Su primer ligue en la página de citas fue una rubia despampanante de cuarenta años de edad, segura de sí misma y extremadamente morbosa. No aparentaba en absoluto la edad que decía tener. Tenía un cuerpo curvilíneo, con grandes pechos y caderas sinuosas. El bronceado del solarium le cubría el blancor natural y le escondía las pecas de su rostro.
–¿Entonces soy tu primera cita? –le preguntó él mientras tomaban una copa de vino en un bar escogido al azar.
–La verdad es que no. Conocí antes a una chica. Estuvo bien, pero no me dio todo lo que quería –insinuó ella, guiñándole un ojo.
Era femenina, olía bien y vestía una camisa elegante pero escotada que insinuaba sus grandes senos. Su presencia era embriagadora; emanaba una energía sexual apabullante, la cual le hizo experimentar una magnífica ereccióndurante toda la hora que estuvieron charlando. Hablaron de mucho y nada; lo suficiente para entrar en calor, para asegurarse de que iban con un único objetivo y que sus intenciones no eran otras que deleitarse en los placeres carnales.
Daniel se la folló en el algodonoso nórdico de su habitación, el cual olía maravillosamente bien a su perfume. Cuando llegaron ella lo agarró de la mano y lo llevó directamente a su habitación.
–Estoy mojadisima –le confesó ella.
–Yo estoy durísimo –le confesó él.
Acto seguido, lo tiró en su cama y se montó a horcajadas encima de él. Restregándose sobre su durísimo miembro, comprobó que lo que decía era cierto. Él posó sus manos en los pechos que tanto le excitaban y poniendo las manos dentro de su escote, los liberó del sujetador que los mantenía apresado. Redondos, llenos, con dos aureolas grandes rosadas… completamente naturales. Ella le arrebató los pantalones con la rapidez y práctica de una experta. Y finalmente sacó su miembro de sus bóxers negros. Él gimió cuando sintió la mano ardiente de ella sobre su tremenda polla erecta. Empezó a subir y a bajar con ella, masajeándolo lenta pero intensamente.
–Para… Quiero disfrutarte dentro.
Ella paró y aprovechó para desnudarse por completo. Pero esta vez, se sentó encima de su boca a lo que él respondió de inmediato introduciendo su lengua en su esponjoso y peludo coñito. La lamió como saboreando un helado: recorriendo toda su vagina para terminar chupando y succionando su clítoris. Ella se estremecía encima de él. Los suspiros y gemidos se le escapaban de la boca. Finalmente él la agarró de las caderas y la tumbó de un empujón en su cama.
–Que ganas tengo de follarte –le susurró.
Entró con su polla enhiesta dentro y empezó a embestirla con fuerza y decisión. Ella lo envolvió con sus largas piernas mientras que con cada embestida su coño se humedecía más y más. Al cabo de poco, ella se corrió a chorros mientras él seguía bombeando su miembro dentro de ella. Cuando se sintió en el límite, la sacó de dentro, la sacudió unos segundos en su mano, y el semen salió disparado encima de sus pechos.
Elba había cumplido a la perfección, sin embargo, Daniel no volvió a verla.
Su siguiente cita fue con hombre; Ismael. Este le pidió desde el primer momento discreción. Estaba divorciado pero tenía dos hijos adolescentes. Le había dicho que no se consideraba gay sino un “hetero curioso”. Daniel creía que era una disculpa para camuflar su obvia bisexualidad.
Lo invitó a su casa directamente. Vivía en la otra punta de la ciudad, en otro barrio completamente distinto al suyo. El encuentro sería tan discreto como él necesitaba. Cuando apareció en su piso, estaba nervioso y lo miraba como quien mira a un ente de otro mundo. Daniel le sonrió y le ofreció una copa de vino. Ismael se la tragó en dos sorbos y se sentó en su sofá esperando que los efectos del alcohol lo calmaran. Era un hombre bastante atractivo. Tenía una barba negra perfectamente recortada y sus ojos azules destacaban sobre su rostro moreno. Empezaron a hablar de temas triviales hasta que pareció ya más tranquilo.
–Parece que has hecho esto más vece –observó Ismael.
–Unas cuantas veces sí…
Entonces él le explicó atropelladamente que estaba cansado de ver porno gay y que había decidido cumplir sus fantasías. Siempre se había sentido atraído hacia esa faceta suya, aunque las mujeres también le atraían y nunca había tenido problemas de erección con ellas.
–Eso se llama bisexualidad, amigo.
Ismael se encogió de hombros.
–Mira, toca… Sólo con verte así se me ha puesta el paquete.
Daniel lo cogió de la mano y se la puso en su entrepierna abultada. Ismael la dejó allí un rato, entre excitado, curioso y atribulado. Finalmente, decidió dejarse llevar. Bajó la cremallera del pantalón e introdujo su mano dentro del paquete. Daniel gimió. Luego cogió su polla y se la sacó de dentro de la ropa interior. Era grande y estaba enrojecida por la excitación. Ismael empezó a masturbarlo, sintiendo cómo su propia excitación incrementaba y su polla se hinchaba. Luego la introdujo en su boca y se dejó llevar por la sensación de chupar el miembro de otro hombre. Se sintió explotar.
Sin embargo, cuando Daniel se arrodilló ante él, le sacó los pantalones y luego su gorda polla, sintió el cielo de todas sus fantasías hechas realidad. Daniel se la llevó a la boca y con su mano empezó a masajear los testículos… hasta que discretamente, introdujo un dedo en su ano. La oleada de placer que le invadió fue tan grande, que acabó explotando dentro su boca. Daniel terminó tragándose todo el semen.
–Dios mío… –decía él, muerto de placer.
Cuando se recuperó, y en agradecimiento, le hizo exactamente lo mismo a Daniel, el cual sin embargo, terminó derramando su semen por su cara y boca.
Volverían a quedar más adelante. Se masajearían la piel y los genitales, se follarían por detrás con dedicación y pasión, se besarían con salvajismo… Para Ismael, Daniel se convertiría en su único hombre. Pero Daniel seguiría dando rienda suelta a su exacerbada sexualidad bisexual con morenas, rubios, pelirrojas y peliazules. Todo era válido mientras pudiera dar rienda a sus fantasías.
