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En el hotel de los placeres

4:26 pm Tuesday, 12th November, 2019

Ambos eran tímidos y nunca destacarían entre la multitud. Pero tenían la mente pervertida y llena de lujuriosas fantasías que deseaban cumplir… pero que sin embargo, no se creían en el derecho de satisfacer.

Seamos realistas: la serendipia en los tiempos de internet y de las redes sociales no existe. Los encuentros de película son raros y lárgamente deseados por los más románticos. Pero tarde o temprano, todo el mundo se termina cansando de esperar y acuden a las redes en la búsqueda de una coincidencia forzada.

Eso fue lo que le pasó a Laura y a Rodrigo cuando se conocieron por las redes, hartos de que su timidez les impidiese disfrutar de los placeres carnales. Lo bueno de este tipo de comunidades, es que la gente puede liberarse de cualquier restricción de la vida real y comportarse como siempre ha querido.

El momento llegó cuando después de compartir mensajes sobre sus deseos y perversiones, decidieron consumarlos. Algo “light” para empezar, decidieron. “Nada de vínculos emocionales. Nada de encuentros en los domicilios personales”, acordaron.

Así que se vieron en un hotel muy especial que se encontraba camuflado en mitad del centro de la ciudad. Nadie sabía lo que realmente ocurrían detrás de esos muros, pero a sus oídos había llegado cierta información y ahora iban a descubrirlo y a hacer realidad lo que una vez fue sólo un sueño.

Se vieron en la entrada. Ambos vestidos con un abrigo negro, ocultados entre las propias sombras de la noche. Se reconocieron inmediatamente. Las fotos que habían compartido, no mentían. Ella no muy alta y voluptuosa, de ojos saltones marrones y sonrisa inquisitiva, de pechos grandes y trasero majestuoso. Él era alto y de complexión fuerte. Su cara la tapaba con una tupida barba negra que le hacía resaltar una mirada afilada de color zafiro. Se dieron la mano. Tan formales como indecisos, mostrando ampliamente su timidez y hermetismo.

Entraron en el hotel, de tupidas alfombras escarlatas y decoración rococó. Parecía un ambiente sacado de una película ambientada en la Francia del siglo XVII. Se registraron en el hotel y subieron a la planta tercera donde les esperaba su habitación especialmente creada para la primera de sus fantasías. Cuando entraron descubrieron un cuarto ténuemente iluminado, con largas cortinas negras que tapaban las paredes y un un gran sofá-diván de cuero granate situado justo en la mitad. Una de las paredes, no obstante tenía una especie de ventana que parecía no dar a ninguna parte.

Se miraron y empezaron a sacar sus abrigos y ropajes de invierno. Los dejaron en un curioso perchero estratégicamente situado en la entrada. Ella vestía de escarlata. Él continuaba con la sobriedad del negro.

-Bueno… Creo que ha llegado la hora -sentenció él.
Ella asintió con la cabeza.

-Desnúdate-pidió él, sin más preámbulos.

Ella tragó saliva pero hizo tal y como le ordenó. Aún así se dejó su ropa interior puesta. Llevaba una lencería de encaje negro ribeteado que destacaba sobre su piel rosada y delicada. Los pezones erectos se le marcaban por debajo del sujetador.

-Siéntate -volvió a pedir él.

Laura se sentó en el diván. Él se acercó. Ella vio como el bulto de su entrepierna había crecido consideradamente. Salivó. Se le humedecieron los labios vaginales. Y tembló de excitación. Él le abrió las piernas y se arrodilló entre ellas. Acercó su boca y deleitándose con el olor de su femenidad, empezó a lamerla por encima de la lencería. Al poco rato ella empezó a gemir lastimeramente. Él paró y con sus dedos empezó a juguetear con sus bragas, complaciéndose con su tacto y su humedad. Luego, lentamente se las sacó hasta que ella quedó con el coño abierto, plenamente dispuesto para él. Él volvió a introducir su lengua en su vagina, probando cada jugo. Luego con la punta jugueteó con su clítoris. Ella, apunto de llegar, lo apretó hacia sí misma, pero él se deshizo. No quería que la cosa fuese tan rápida. Subió hasta sus pechos y empezó a morderlos, con el sujetador puesto, primero con suavidad y luego con más fuerza, mientras ella gemía tanto de dolor como de placer. Sus redondeadas delanteras cubrían la palma entera de su mano. El tacto era increíble.

Al mismo tiempo, tras la ventana misteriosa, Alba se empezaba a tocar. La voyeur bisexual contemplaba como la pareja se lo montaba en el diván mientras ella gozaba de su anonimato y podía dar rienda suelta a la voracidad de su lascivia y fetichismo.

Rodrigo ahora bajaba los pantalones y los calzoncillos y mostraba en pleno esplendor su miembro erecto. Sin más dilación, lo acercó hacia la boca de Laura, quien empezó a chupar con entusiasmo. Parecía haberlo hecho toda su vida. Empezaba por el prepucio y seguía hasta abajo, hasta la base, mientras sus delicadas manos acariciaban sus huevos con mimo y sensualidad. La hizo parar al cabo de unos minutos.

Estaban los dos ya lo suficientemente excitados. Así que él decidió pasar a la segunda parte de la quedada. Se acercó al bolsillo de su abrigo y cogió el lubricante y los condones que había que había escondido dentro. Volvió hacia ella, con la polla completamente iniesta. Se puso el condón y le ordenó que se pusiese a cuatro patas. Un gran trasero curvilíneo le dio la bienvenida. Sin contenerse, empezó a cachetearlo y a apretarlo entre sus manos. Los moratones de los golpes aparecerían más tarde, cuando Laura terminase de ducharse y el reflejo de su espejo le mostrara las marcas.

Cuando se cansó de golpearla, empezó a cubrir su ano y su propia polla con el lubricante. Rodrigo tenía un miembro largo y abultado, el cual hizo entrar poco en la abertura de su culo, hasta que este se fue dilatando y dándole cobijo a su miembro. Él disfrutó tanto de la estrechura de su agujero y de la sensación que sentía su polla al ser apretada entre sus paredes, que sabía que en breves se correría. Empezó a embestir despacio. Ella, aunque al principio sorprendida por la sensación, se dejó llevar hasta que terminó disfrutándola. Luego él, en su vorágine de placer, la agarró del cuello, mientras la penetraba con más fuerza. Ella dejó de respirar durante unos segundos, los justos para que él se corriera fuertemente dentro su ano. Cuando él dejó de apretar, sintió cómo su coño húmedo palpitaba. No sabía si había llegado o no al orgasmo pero lo que sí sabía es que las sensaciones eran de un dolor tan placentero que jamás se imaginó que el contraste pudiera ser tan grato.

Alba, en la habitación contigua, se corría en un orgasmo completamente húmedo. Mojando su sillón aterciopelado del gran squirt que ella misma se había provocado, al contemplar la escena de los dos amantes manteniendo sexo anal salvaje.

-Esta vez no te vas a correr, pero quiero que cuando llegues a casa te masturbes y tengas el orgasmo que tanto deseas tener ahora. En la próxima quedada, quizás te permita llegar…

Así fue como quedó su primer encuentro. Alba dejó satisfecho su fetiche voyeur. Y la pareja empezó brevemente a entrar en el intrigante y entramado mundo del BDSM.




Comments
7:08 am Thursday, 14th November, 2019

Muy bien

11:17 am Thursday, 14th November, 2019

Me encanto

5:02 pm Tuesday, 19th November, 2019

Me encanta

5:02 pm Tuesday, 19th November, 2019

5:25 pm Thursday, 20th February, 2020

Genial

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