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Marujas lujuriosas

11:57 am Monday, 21st October, 2019

María Luisa, pastelera, costurera y maestra ocasional, era ante todo una buena y diligente ama de casa. Aunque sus habilidades eran múltiples, pasaba la mayor parte de su tiempo en casa, viendo telenovelas colombianas, programas sobre decoración de interiores o leyendo novelas rosas de amores apasionados e irrealistas. A sus cuarenta y nueve años, su vida parecía haber llegado al punto máximo de la rutina, donde los sueños, las ilusiones y los ideales se le habían estancado en sus tartas, vestidos de comuniones para niñas y clases ocasionales de lengua. Su marido, Pepe, llegaba a casa todos los días, se ponía a ver el programa deportivo de turno y apenas compartían unas cuantas palabras antes de irse a la cama juntos, vestidos con sus largos pijamas de franela. No era una mala relación. Se respetaban. Se querían. Pero la pasión de antaño se había extinguido en mares de preocupaciones y vivencias de una típica familia de clase obrera.

María Luisa vivía en un pequeño pueblo norteño donde la gente permanecía anclada todavía a los viejos ideales y costumbres de antaño. Un pueblo conservador, de gente humilde y trabajadora donde nunca pasaba absolutamente nada. La gente era predecible. Sus vidas se regían por los mismos patrones establecidos y todo el mundo los acataba y seguía. Lo más excitante entre las amas de casa eran las competiciones por saber quién tenía la mejor fachada, el mejor traje de los domingos o la decoración más cara.

Hasta que un día, la monotonía de María Luisa dio un brinco. Precisamente en una de esas absurdas competiciones que se inventaban presas del hastío de sus vidas, decidió llamar a los pintores para decorar su fachada con el último color de moda. Fue así como conoció a Roberto, un joven pintor de veinticuatro años que trabajaba en la empresa de su padre. Venía del pueblo de al lado y era de carácter taciturno, tranquilo y desgarbado. Su barba negra y bien recortada le recordaba a la que llevaban los hijos de su vecina, también de su misma edad. Pero estos iban a la universidad y sólo aparecían muy de vez en cuando por el pueblo.

No sabría decir muy bien cómo pasó. Si fue mientras leía su novela erótica y sentía cómo se le caldeaba el coño o cuando él le preguntó con su grave y portentosa figura por el cuarto de baño. Lo cierto es que de repente, sin venir mucho a cuento, se encontró deseándolo fuertemente. Era un muchacho alto, de cierta apariencia salvaje, musculada y de grandes manos callosas. No parecía remilgado y los sudores de trabajar con brío y sin descanso le otorgaban un aspecto irrompible.

Mientras que ella era menuda, grácil y morena, todavía conservaba un cuerpo respectable, un rostro juvenil y unos grandes ojos aguamarina que le daban aspecto de mujer vivaracha y curiosa.

Al principio María Luisa se negó a lo obvio. Lo achacó a la locura hormonal de la menopausia. Pero cuanto más lo veía, más se daba cuenta que el otro la observaba por el rabillo del ojo. Así que decidió hacer una prueba y un día vistió su vestido primaveral favorito, no muy corto pero sí de escote considerable, sobre todo teniendo en cuenta que conservaba dos grandes pechos redondeados.

Así fue como descubrió que la mirada de sus ojos afilados apuntaba directa a los senos que dibujaba perfectamente su vestido, a la vez que la erección de su entrepierna asomaba entre su mono de trabajo.

Y así sucedió que el día en el que su padre lo dejó sólo trabajando, ella lo invitó a uno de sus prodigiosos pasteles de chocolate.

-Es una delicia -diría él, relamiéndose con la lengua.

Ella le sonrío con picardía y le dijo que se había dejado un poco de chocolate en la cara. Y antes de que Roberto tuviera tiempo para limpiarse, ella se acercó a él y sin reparo alguno, lamió la parte de cocholate que se había dejado en la comisura de la boca. A lo que él respondió inmediatamente. La cogió por los muslos, la empujó contra la encimera y le plantó el mejor morreo de vida. Su lengua se le clavó al instante y juguetó con la suya, ardiente y sedienta. Ella soltó un gemido de sorpresa, pues la intensidad fue abrumadora. Sus grandes manos se clavaban en sus nalgas e inmediatamente la empujaron sobre él, de manera que sintió el tremendo bulto que se erguía entre su pierna.

Él subió su vestido sin muchos miramientos. Bajó su sujetador y empezó a lamer sus pechos con cierta desesperación, mordiendo levemente sus pezones ya erectos. El coño de ella se le humedeció al instante, y su clítoris pidió ser atendido. Como si fuera adivino, la mano de él se posó sobre su vagina y con el dedo pulgar empezó a frotárselo circularmente. Soltó uno, dos, tres gemidos… Él mordía, lamía y succionaba sus pezones. Luego su cuello y sintió que iba a explotar en un tremendo orgasmo. De hecho, al cabo de un minuto acabó corriéndose, soltando un chorro que terminó empapándolo todo.

-Quiero que me folles-pidió, en un susurro.

Le bajó los pantalones y tocó entonces la tremenda erección que asomaba. Se la sacó del confinamiento de sus calzoncillos y se agachó para metérsela en la boca sin miramientos. María Luisa empezó a chupársela como si no hubiera un mañana. La vez que intentó hacérselo a su marido porque lo había leído en una de sus novelas calenturientas, él la rechazó, alegando que ese era un comportamiento obsceno y de mal gusto. Así que ahora, chupaba y lamía con ganas, sintiendo el placer de él y su propio placer al verlo completamente excitado y receptivo. Le chupaba el prepucio, los huevos y se la metía toda en la boca como si fuera una experta de las mamadas.

Antes de venirse, él la hizo subirse, le dio la vuelta y la empujó contra la encimera. Le puso el culo en pompa, y con su polla empezó a juguetear en la entrada de su vagina, subiéndola y bajándola, impregnándose de sus propios jugos, provocándola, tentándola, mientras ella buscaba desesperada su miembro para que la penetrase cuanto antes. Finalmente, él terminó entrando, con una fuerte y larga embestida de su gran miembro, el cual la hizo sentirse completamente llena. Él empezó a moverse rápidamente, entrando y saliendo como una bestia enfurecida mientras la agarraba del pelo y ella sentía su respiración en su cuello, acariciándola e incrementando su placer. Finalmente, al poco rato, él acabó corriéndose dentro de ella, sin miramientos. El semen empezó a bajar de su coño, impregánadola por completo.

Cuando pensó que todo se había terminado él la llevó a su salón, la sentó en uno de los sofás y le abrió las piernas. Se agachó y empezó a lamerla y a limpiar su propia leche con su lengua. María Luisa sintió que la lengua de Roberto era la gloria divina que le habían arrebatado años de matrimonio rutinario. Antes de correrse lo hizo parar y le pidió que se sentara él ahora, ya listo y preparado para follar nuevamente. Lo montó, sintiendo que su polla entraba con facilidad en su vagina empapada. Arriba y abajo, arriba y abajo… apretando su coño para sentirlo más fuerte y para que la sensación de él fuera en aumento. Sabía muy bien cómo hacerlo. María Luisa era toda una diosa del sexo y justo ahora se daba cuenta de ello.

Lo que no sabían estos dos, mientras se perdían el uno en el otro, es que Dolores, la vecina, los observaba sin perderse un instante, escondiéndose tras los visillos de su cortina. De unos cuarenta años, malgastados en un matrimonio ruinoso, conocida por ser la amargada del pueblo, la que tenía la boca más serpentina, la que miraba a todos con superioridad, ahora, de repente, notaba cómo su coño se le impregnaba, avivando las fantasías sexuales que siempre había tenido pero que nunca había podido realizar. Y lejos de sentirse indignada por la escena que contemplaba en modo voyeur, terminó bajando sus dedos a su mojadísimo coño para concederse un orgasmo explosivo que no fue más que el comienzo de su sexualidad reprimida.




Comments
11:42 am Wednesday, 23rd October, 2019

A esto se le llama Masturbacion mental...El final?
No sera ni feliz ni triste NADIE LO SABE es. Incierto.
Se te ponen los cojones como pomelos,,,,,hay que darle salida.
A polla tiesa  

11:42 am Wednesday, 23rd October, 2019

Ojalá tuviera una vecina así, me encantaría esa esperiencia

1:46 pm Wednesday, 23rd October, 2019

Muy bueno pero supongo que debe haber alguna conclusión con lo que le pasó a Dolores. Es un cabo suelto que debían atar. Gracias!

5:15 am Friday, 25th October, 2019

Rico con una veci haci de caliente q rico

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