Adrenalina en estado puro

El mundo vainilla, con su corsé de convencionalismos, no ofrece la posibilidad de recrearse en fantasías sexuales fuera de esos típicos tópicos puritanos que nos han inculcado desde niños y que, básicamente, consiste en no dejarnos disfrutar de nuestra plena sexualidad. Para un joven al que gusta buscar campos nuevos de experimentación (yo mismo), un buen día, cansado del tedio que cubre ciertos días de verano, cual velo invisible de aburrimiento, decidí proporcionarme un poco de diversión y, a la vez, una dosis de emociones fuertes. Era junio y yo necesitaba, más bien me exigía, una buena inyección de adrenalina y, de paso, poder eliminar exceso de bilirrubina. Así que encendí mi portátil y me puse a buscar por internet. Llegué a una página de anuncios de sexo he hice la búsqueda por mi ciudad; hubo un anuncio que me llamó la atención: "SI BUSCAS SEXO ESTARÉ EL SÁBADO A LAS 20H., EN EL CENTRO COMERCIAl, EN LA ÚLTIMA PUERTA DE LOS BAÑOS DE MUJERES DE LA SEGUNDA PLANTA; MUJERES U HOMBRES ME DA IGUAL; QUIERO SER FOLLA-DA SIN PIE-DAD”. No especificaba nada más, ni la edad ni una referencia (aspecto) de la anunciante, lo cual me hizo dudar. Casualmente era sábado, por lo que me dije para mí mismo: “No buscabas una inyección de adrenalina?”. Eran las 15’00 h., así que tenía cinco horas por delante. Me duché, afeité y perfumé (es una de mis señas de identidad), siempre limpio y perfumado, incluso para ir a la cama. Recuerdo que el resto de esas horas las pasé ordenando los bolsillos. Condones, botellitas de muestra de colonias, un paquete de chicles, toallitas húmedas y spray bucal. La billetera, las tarjetas de cré-dito y las llaves del coche.Con todo preparado, volví a dudar sobre la veracidad del anuncio pero, mi curiosidad pudo más y decidí ir, porque necesitaba escapar de la monotonía y el no saber a quién me encontraría, en el fondo, me excitaba aún más. No sabía cómo era, alta o baja, rubia o morena, si era una mujer limpia o no, de las que se abandonan a su suerte y edad o si estaría cubierta de mil y un tatuajes, a cual más expresivo o tribal o taladrada de piercing a cual más íntimo y sensual, o si todo sería una broma… una cámara oculta? Era la hora de salir e ir al parking. Es curioso como pueden más las ganas de aventura que la prudencia con tal de escapar a la monotonía y buscar nuevas experiencias… adrenalina en estado puro. Esto era un giro de tuerca en una “cita a ciegas”. Llegué al centro comercial con media hora de antelación. Tenía un plan. Consistía en entrar antes al baño y esperar allí y ver quién aparecía en el habitáculo al que se aludía en el anuncio. No lo hacía por miedo, sencillamente, por cautela. No quería verme expuesto a una “cámara oculta” ni nada por el estilo. Debo confesar que me importaba muy poco el aspecto de “la mujer misteriosa”, quería sexo y deseaba hacerlo allí y con quien se presentara… tenía el pe-ne como una barra de hierro. Eran las siete y cuarenta y cinco de la tarde, entré en el baño de mujeres decidido y, por suerte, no había nadie en el último cubículo. Bajé la tapa y me senté. No puse el pestillo pero mantenía la puerta cerrada con mi pie derecho. Me latía rápido el corazón y la po-lla estaba apunto de reventarme. La tenía dura y notaba como una cascada de se-men subía inexorable para salir con la fuerza de la lava de un volcán. Entraron varias mujeres, como es de imaginar por parejas, pero nadie hizo el intento de abrir la puerta de “mi cubículo”. Dieron las ocho y cinco y me sentí molesto y algo defraudado, tanto preparativo para nada y la erección que tenía solo bajaría si penetraba una buena hembra o me mas-tur-baba allí mismo.Y en ese preciso instante… Alguien entró al baño, quería pensar que era la “mujer misteriosa”. Iba sola (no hablaba con nadie más y solo se oían sus pisadas), se acercaba a mi cubículo. Se paró al otro lado de la puerta e intentó abrirla, no podía porque mi pie lo impedía… tenía mi po-lla en la mano; tiesa, gorda y apunto de e-yacular. Unos toques suaves en la puerta anunciaban que “alguien” quería entrar (la mujer misteriosa había llegado?). Saque el pie y la puerta y está cedió unos centímetros… una mujer entró, no se le apreciaba mal aspecto, pero no podía distinguirla bien, porque llevaba gafas de sol y un pañuelo en la cabeza. Echó el pestillo. Me miró y al ver que mi enorme pe-ne estaba erecto como el mástil de un barco se arrodilló y empezó a ma-mar. Sabía lo que hacía y lo que me hacía era delicioso. Se quitó el abrigo, sin dejar de trabajarse mi pe-ne. No llevaba nada debajo, ni ropa, ni sostenes ni bragas, iba a pelo… tan solo unos zapatos negros. Me corri en su boca y ella se lo tragó todo. Me miró a la vez que se pasaba la lengua por sus labios buscando restos de se-men. La tenía aún dura y con ganas de más, su fela-ción me había excitado mucho más. La mujer se levantó y sin mediar palabra me sentó sobre la tapa del water y me montó, se la cla-vo toda, hasta el fondo y de un empujón (eso me excitó aún más)... y se le escaparon algunos gritos ahogados y se abrazó a mi… me mordió el cuello y me clavo sus uñas en la espalda. Movía las caderas en todas direcciones con energía y rabia… hasta que se detuvo un instante y me miró… echó la cabeza hacia atrás y gritó, “Dios un orgasmo”... y volvió a cabalgarme de nuevo. Pasados unos minutos le susurré al oído que me iba a correr, y cuando notó que ya estaba apunto… se salió con agilidad y precisión, me cogió el pe-ne y se lo tragó todo, hasta el fondo y sin inmutarse. Me volví a correr como un lo-co. Cuando terminó de tragar y masajear mi glan-de con su lengua y volver a enderezar mi mástil me hizo levantar y poner a su espalda. Subió uno de sus pies a la tapa del water y se separó las nalgas - “encu-lame sin pie-dad… AHORA” - y yo obedecí. La pene-tre de un empujón y hasta el final sin pie-dad, y empujé mi pe-ne hacia su a-no con toda la fuerza que era capaz.. me pedía más… más fuerza e intensidad, jadeaba y se pellizcaba los pezones. Tuvo un órgano tremendo… me mojó los pantalones. Me ordenó que no se la sacara… “aguanta hasta que quieras me-ar”. Pasados unos minutos le dije que deseaba ori-nar. Ella se giró y se sentó sobre la tapa. Se quitó las gafas y el pañuelo que aún cubría su cabeza. Los dejó en el suelo y me cogió el pe-ne con su mano izquierda, acercó su boca al glan-de y pasó sus labios y len-gua por él. Cuando empecé a ori-nar ella tragó una parte y el resto fue a parar a su cara, pelo y pechos. Pude ver su cara de satisfacción. Sus ojos verdes, su cutis terso, suave y salpicado de pecas rojizas como su melena. Y ella la mía de lujuria. No quería que aquello se terminara. Pero todo lo que empieza tiene su fin. Sin mirarme se puso el abrigo, recogió el pañuelo y las gafas, que se puso inmediatamente. Estaba evaporándose por la puerta cuando oí que me decía… “mira el anuncio para saber dónde quedaremos el sábado próximo”-, y sin esperar respuesta desapareció. No hice el intento de preguntar nada o salir corriendo para seguirla, me quedé sentado en la taza del water… descansando y saboreando la experiencia. Salí del cubículo y del baño sin tropezarme con nadie. Me subí al coche con una agradable sensación y otra cita con la “mujer… ahora, menos misteriosa” pero más salvaje e impredecible que había “conocido”. Si buscaba morbo y adrenalina los había conseguido y con creces.

• Add Comment
• View Blog