Quien tiene un buen lamedor, tiene un tesoro

Cuando llegó ese mensaje, mi co-ño empezó a palpitar de emoción mientras la sangre que se me había desbocado se agolpaba allí abajo. Inmediatamente se me disparó el flujo de mi va-gina y supe que sería una buena noche. Treinta minutos antes había recibido el mensaje de texto y ahora estaba acostada de espaldas en mi sofá viendo la televisión mientras D deslizaba su lengua hacia arriba y hacia abajo por mi co-ño. Me puso tan cachonda que si no tenía cuidado, me correría en minutos. Y D nunca quería eso.Quería saborearlo y dejé que su mente se concentrara en una cosa (mi co-ño) y para obtener adecuadamente lo que necesitaba, tenía que tomarse su tiempo. Así que me animó a hacer lo que fuera que estuviera haciendo cuando llegó a casa.Nunca tenía prisa para comerme el co-ño. Realmente no sé qué está sucediendo en este episodio del drama turco que encontré en Netflix, pero mantuve la mirada allí y dejé que mi cuerpo se relajara. En ese momento, mis pantalones de chándal y bragas estaban tirados en el suelo, mi camiseta estaba subida por encima de mis brazos, exponiendo mis pe-chos.Mi sofá era lo suficientemente largo como para que yo estuviera completamente tendida, con las piernas abiertas, y D estaba boca abajo, colocado para iniciar el trabajo lo suficientemente cómodo. Miré la televisión por encima de su cabeza, admirando el cabello negro azabache mientras se movía de lado a lado mientras el arrastraba su lengua en un patrón en forma de 8 de arriba a abajo en mi vulva. La punta de su lengua bajó por la parte inferior de mi abertura y allí se quedó, haciéndome cosquillas, en la carne más jugosa y sensible de mi anatomía, con su aliento.Su lengua se movió, flexionó y presionó ese punto que empezaba a convulsionarme. Cerré los ojos y sentí que toda su lengua se apretaba contra mi co-ño tanto como podía. La sensación de su cálida lengua ejerciendo tanta presión sobre mí cli-toris hizo que comenzara a sentir como un orgasmo florecía en mi interior. Inmediatamente D detuvo la presión y usó sus manos para extender más mis muslos. Se quedó mirando mi co-ño, mirándolo callado. Después de un par de segundos, mis caderas dejaron de convulsionarse. Mi respiración se aceleraba. Sus ojos se movieron de mi co-ño a mi cara.Vio como mi respiración se ralentizaba y me calmaba. El me miró hasta que volví a mirar la televisión. Los ojos de D siempre me atrapaban.No era su color marrón intenso. Era que nunca mostraba lo que pensaba o sentía.Una vez que D comprobó que había vuelto al programa de televisión, bajó la cabeza y empezó de nuevo. El mordisqueó, lamió y succionó la parte interna de mis muslos, ese espacio de piel en forma de V dónde mis caderas e inglés son más sensibles.Tantos hombres, incluso hábiles oralistas, nunca supieron cómo manejarse allí abajo. Pero D era así. Él sabía instintivamente cómo hacer que cada parte de mí se electrificara con sus atenciones, con sus delicados movimientos de lengua, precisos y preciosos. Sus dientes rasparon mi piel, chupando y besando hasta que se redujo a un parche de piel súper sensible, a solo unos centímetros de la parte superior de mi raja.Mi aliento se detuvo y tartamudeé, me diluí entre espasmos de placer y un largo jadeo. Intenté seguir concentrándome en la televisión.Los dedos de D dejaron mi muslo izquierdo y comenzaron a recorrer mi co-ño húmedo. Sus dedos se hundieron en mi co-ño justo cuando su lengua y dientes volvían a presionar mi vul-va solté un alarido de satisfacción y placer qué tuvo que oírse hasta en Venus, dejé de ver la televisión y cerré los ojos.Un gemido se deslizó entre mis labios cuando sentí sus dedos deslizarse dentro y fuera de mí co-ño, en un bombeo lento pero constante. Sus labios y lengua seguían trabajando en ese pequeño espacio de mi cuerpo y yo solo podía retorcerme de placer; mordía mis dedos con frenesí. Parecía como si tuviera una línea directa con mi clí-toris, y pudiera hacerme enloquecer cuando él quisiera. Mis caderas se levantaron del sofá y me empujé sobre sus dedos, acercándome todo lo que pude a él. D había estado probando y provocando mi co-ño durante una media hora. Normalmente eran treinta antes de que me dejara correr. Él me dejó unos segundos de pausa, y de nuevo volvió su boca a mi clí-toris. Dulce bendición, quería sus labios en mi clí-toris. D se rió entre dientes, manteniendo sus labios sobre el “espacio mágico” de mi co-ño; bombeó sus dedos con más fuerza y habilidad. Me encantó la sensación. Estaba totalmente ida de placer. Tenía tantas ganas de correrme, quería seguir sintiendo que él hacía exactamente lo que estaba haciendo. Quería que moviera sus labios a otra parte, de la vul-va a mi co-ño. Quería ambas opciones al mismo tiempo y nunca quería que la sensación se detuviera. D soltó mi otro muslo, se llevó los dedos a la boca, los humedeció y luego se estiró para tocar mi pe-zón.El juego con los pezones era uno de mis favoritos. También envió una descarga eléctrica de sensaciones a mi cerebro y percutió en mi clí-toris. Entre el co-ño y mi pe-zón, era como si jugaran en dos frentes. Ahora mis gemidos se volvieron más estrangulados. Quería hablar con él, decirle lo que necesitaba, pero todo lo que pude articular fueron los sonidos ininteligibles que salían de mi garganta.Podía escuchar el sonido de mi co-ño súper mojado y la humedad de mí va-gina rodeando los dedos virtuosos de D. Su cabeza se levantó de mi co-ño y sopló sobre la zona V de mi entrepierna. Mis ojos se pusieron en blanco y tragué un gemido.Era una sensación diferente, pero una que no me distrajo del orgasmo inminente. Su dedo se movió sobre mi pe-zón, pellizcándolo ligeramente. Chupó mi clí-toris y lo mordisqueó adecuadamente, hizo la presión justa con la lengua y succionó en el momento preciso y… mi orgasmo explotó. Mis músculos se agarrotaron, mis caderas se levantaron, mi espalda se arqueó. Mis gemidos se alargaron hasta convertirse en uno muy largo. D mantuvo sus dedos metidos profundamente dentro de mí, apenas moviéndolos hacia adentro y hacia afuera.La leve fricción permitió que mi co-ño alargara el orgasmo y me llevó a un nivel superior. Los labios de D se quedaron en mi clí-toris; mi cuerpo se sentía vivo, mis pe-zones se sentían tensos y me corrí y corrí. Me sentía tan bien que bajé de mi orgasmo lentamente. D se quedó como estaba, acostado entre mis piernas.Me miró con la cabeza apoyada en una mano. Cuando me sentí más repuesta, miré hacia su rostro. Tenía una pequeña sonrisa de triunfo en sus labios, todavía húmedos por mi gran corrida. Se le veía feliz y tranquilo. Y yo estaba profundamente convencida de quien tiene un buen lamedor tiene un tesoro.

• Add Comment
• View Blog