O te adaptas o no mojas

La rutina (tedio) invade la vida cotidiana de millones de personas, ergo, de parejas en todo el orbe. La rutina es el primer paso hacia el alejamiento lento pero progresivo que conduce a una pareja cualquiera o tipo, al divorcio. Nadie sabe como o cuando llega pero si como termina; pero si se detecta a tiempo… qué se puede hacer?.En mi dilatada experiencia como ministro del señor o, escuchando miles de historias en el confesionario. He llagado a la sorprendente conclusión de “seguir el proceso del acontecimiento” o, en sus siglas “SEPDA”, es decir, no ir contracorriente. Un día, bajo confesión, me contó un feligrés que harto de las infidelidades de su mujer; aunque ella lo amaba a él, decidió llevarla el mismo a trabajar a un burdel; así se beneficiaban los dos. Ella tenía ración extra de sexo y el una fuente de ingresos. Una feligresa, en confesión, me contó como en la frutería que regenta con su marido las ventas bajaron en picado durante la pandemia. Como su marido no es celoso, la animó a llevar los pedidos de fruta a domicilio y las ventas de sandías y melones subieron muuuucho. Una feligresa, pareja joven, me contó que el tedio empezaba a arruinar sus vidas. Un buen día, acordaron “ser infieles consentidos”. Ambos se explicarían por la noche las andanzas de cada uno durante el día. El es lampista y muy manitas y ella se dedica a reparar ordenadores y rescatar infirmacion de los discos duros, así que tienen acceso a los domicilios. Como es natural, aventuras extra maritales les salen a porrillo y, por las noches, se las cuentan el uno a la otra. Como os podéis imaginar, terminan los dos en la cama fornicando como posesos. En mis tiempos de estudiante a esto se le llamaría sacar partido de la adversidad o como mínimo adaptabilidad. En mi caso, después de escuchar todas estas historias y marcharme a mi casa parroquial muy… palote, ya me entendéis, decidi “adaptarme yo también a la vida moderna”.Un buen día decidí confesar a domicilio y debo admitir que con mucho éxito. No hay nada mejor que, después de aligerar el alma, poder llenar la panza de buen vino y mejor yantar y el mejor postre para terminar, banana split en salsa de higo… ya me entendéis; lo que toda la vida se ha denominado “mojar el churro”. Otros sacerdotes me preguntan si “eso de ir a las casas me funciona”. Yo les digo que no mucho, porque, entre nosotros, la competencia no es buena en mi ramo y, asi, tengo todo el jardín para mi solo.

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