Aquella mañana me desperté como cualquier día junto a mi pareja. Esa que pensé nunca dejaría de querer. Salí de casa tras darle un beso cariñoso como generalmente hacía. Al llegar al trabajo, cuando iba a subir en el ascensor como cualquier día, una mujer detuvo la puerta del mismo un segundo antes de cerrarse y consiguió entrar mientras nuestros ojos se abrazaban por primera vez. No existía el tiempo ni sabía si el ascensor subía o bajaba, sólo estaba nuestros cuerpos disfrutando de estar juntos. Ni siquiera nos dimos cuenta de que el ascensor se había detenido sin saber porqué en algún lugar de su recorrido, ni que hacían nuestros cuerpos entrelazándose mientras nuestros labios pronunciaban sus deseos. Lo que sí que sé es que sin saber porqué, ya no regresé con la mujer que un día tras otro amé, porque encontré un lugar en el que el deseo existía SIEMPRE con una mujer que detuvo por un segundo el ascensor en el que yo subía.