Nos conocimos por medio de unos amigos comunes y desde el primer momento el entendimiento fue total.Era alta, muy delgada, piel blanca, peliroja, tetas pequeñas y buen culo. Hacer el amor con ella era como estar en el cielo sin tener que ir a misa cada domingo. Siempre había una escusa para terminar en el coche ó en mi casa para hacerlo, aunque evidentemente era distinto. Nos costaba muy poco ponernos como posesos, siempre recorria su cuerpo con mi lengua, su espalda, glúteos (durísimos por cierto), piernas, abdomen.... sin tocar su pechos que los dejaba para el final. en el sexo la hacía mía, lo mordía, lamía y ella se retorcía de placer, se giraba y no paraba quieta hasta que me pedía por favor que se la metiera de una vez porque no aguantaba más ese agradable suplicio. Empezaba a metersela suave, poco a poco, para ir aumentando progresivamente la clavada y el ritmo. Los gritos conenzaban a salir de su boca y por mas que la dijese que se contuviera, imposible. Lo hacíamos de todas las maneras, posturas.... Me pedía que se lo hiciera anal y disfrutabamos igualmente. Ponerla a cuatro era acabar con las rodillas rojas. A mí me fascinaba la manera en que me la chupaba, mirandome a los ojos y yo apretando su cabeza para que se la tragara toda y todo. Me encantaba de pie, cogerla por detras y follarla. Compartir ducha con ella era un punto y seguido a lo que habíamos hecho en la cama.Y como todo lo bueno de esta vida, se acaba.Nunca he estado tan a gusto sexualmente con una mujer y aunque ya han pasado 3 años de aquello, cada vez que lo recuerdo me excito mucho. Alguna vez que la he visto, sigue igual de buena, me tiemblan las piernas. Y cuando la pierdo de vista, me maldigo por no decirle... nada porque quien sabe.... La próxima vez paso a la acción....