Llegamos al apartahotel. Por favor, que no lleguen mientras nos registramos en recepción – pensé - tendré que preguntarles si son ellos y los recepcionistas se darán cuenta de que no nos conocemos.
Afortunadamente, llegaron un poco después, cuando ya estábamos en el apartamento compartido. Nos saludamos, deshicimos la maleta y nos cambiamos para subir a la piscina de la azotea. Una pena que no estuviéramos solos. Para la próxima el baño nudista. Estar allí arriba los cuatro fue divertido, charlamos de lo que nos apeteció a pesar de la gente. Nos relajamos, nos miramos, acariciamos a nuestras parejas. Una toma de contacto perfecta. De vuelta, en la habitación, nos arreglamos para bajar a cenar. A él la camisa le sentaba fenomenal, era alto y grande. Mi tipo físicamente. Además, era guapo, simpático y muy educado. Me preguntaba si seguiría siendo tan correcto el resto de la noche. Ella salió con un vestido negro, cortito, muy sexy. A mi chico le encantaría aquel escote. Como su chico había llevado la iniciativa hasta entonces, yo la imaginaba más cortada. Pero ella era súper divertida y simpática; y a medida que transcurría la noche, cada vez más provocadora. Yo llevaba un vestido de raso escotado, con la espalda al aire. Mi chico, guapísimo de lino blanco. ¡Que tiemble la ciudad, allá vamos!
Habíamos reservado en un oriental, pero aún no era la hora. Así que elegimos una terraza cercana para tomar algo. Al pasar por una rejilla de ventilación del metro, a ella se le levantó el vestido. Con las manos ocupadas, no pudo bajarlo y se apresuró para salir de la rejilla. Bonita lencería – le dijo su chico-. Ni Marilyn – le dijo el mío-. Hasta la camarera, que lo había visto de cerca, la felicitó por su glamour y simpatía. La anécdota nos dio para unas risas y comenzamos a charlar de nuestras experiencias y fantasías swinger. La cena también fue muy amena. El vino nos soltaba la lengua y nos hacía estar cada vez más cariñosos con la persona que teníamos al lado. Mirando a mi futura cita, pensé que no me importaría estar sentada ya a su lado, intercambiando roces, sintiendo ahora mismo su mano entre mis muslos.
¿Qué hacemos? – preguntó él al salir del restaurante. Su chica y yo teníamos ganas de bailar, pero los locales estaban aún vacíos. ¿Y si ponemos música en el apartamento? – propuse-. Podemos tomar algo allí, por no esperar a que las discos se llenen. Él se apresuró a buscar hielo y refrescos para las copas. Arriba solo teníamos ron. Parece que no va a ser tan correcto después de todo – pensé yo-. Al subir, pusimos velas y música en la terraza y charlamos sentados cada uno al lado de su pareja, disfrutando de una copita de ron nicaragüense… A esas alturas, mi cuerpo me pedía a gritos comenzar con el contacto. ¿Qué les estaría pidiendo el suyo?
Charlando sobre viajes y locuras juveniles, alguien mencionó el juego de la botella. ¿Cómo? ¿Nunca habéis jugado? ¡Juguemos! - dije girando la botella de ron. Les explicamos que cada jugador tiene que tirar dos veces y que los dos jugadores a los que apunte en primer lugar, tienen que interaccionar o pagar prenda. Hubo besazos entre las parejas habituales y morreos y restregones entre las parejas intercambiadas. Cuando les tocó interaccionar a los chicos, prefirieron pagar prenda. Nosotras también, por solidaridad con ellos, que tenían menos ropa. Ellos ya estaban en calzoncillos y nosotras conservábamos aún el vestido. Pero las interacciones eran cada vez más salvajes. Él se levantó, se dirigió a su chica y le comió una teta bajo la mirada atenta de mi chico. Mi chico se levantó, me tumbó en la encimera del apartamento, cogió un hielo de su copa con la boca (y tras levantarme el vestido) lo pasó por todo mi cuerpo. Mi futura cita miraba atentamente mi pecho, cómo mis pezones se encogían y se ponían duros… cómo mi vientre se contrajo cuando el hielo rozó mis ingles, como mis caderas se doblaban al contacto con el frío. Le tocó a mi chico con ella. Ella le llamó con el dedo para que se acercara y se subió a una silla. Él se acercó, levantó su vestido y comenzó a tocar sus piernas, deslizando sus manos cada vez más arriba. Yo veía sus manos apretando su culazo e imaginaba el deseo de mi chico, cómo querría hacerla suya y llevarla al cuarto. Su marido hizo lo mismo conmigo cuando fue su turno, yo cerré los ojos cuando acercó su cara a mi pelvis, disfrutando mientras besaba mi entrepierna sobre el tanga. Imaginé cómo me lo bajaba, imaginé que estábamos los cuatro ya juntos, en la cama y se me escapó un pequeño gemido. – Chicos, me voy a dar una ducha y salgo, ¿os parece? – dije colorada como un tomate-. Creo que nos leímos el pensamiento unos a otros, porque todos nos dirigimos a la ducha.
Al salir, mi chico ya le estaba dando un masaje a ella en su habitación. Me fijé en aquella silueta femenina tendida en la cama, tenía un cuerpazo. Su marido me ofreció un masaje en mi habitación. Por fin, lo estaba deseando. Sus manos recorrieron cada centímetro de mi piel, mi espalda, mis caderas, mis glúteos, mis muslos… Tal como yo lo había imaginado, ¡qué placer! Sus dedos no tardaron en rozar mi vagina, en separar mis labios, en descubrir mi humedad. Me di la vuelta para ver su cara, nos sonreímos. Él metió sus dedos bien profundos en mi cuerpo y me puso a gemir. Oíamos jadeos también de la habitación de enfrente. Él se quedó mirando a su mujer y a mi chico un rato a través de las puertas, que quedaron abiertas. ¿Vamos? Si, vamos con ellos -dije yo-.
Cuatro en la misma cama. Adoro esa escena. Follarte a otro frente a tu pareja, mientras todos nos tocamos. Ese cruce de manos, ese choque de pieles. Cuatro cuerpos desnudos, llenos de aceite y bien mezclados: la mejor ensalada veraniega. Evidentemente, la mezcla nos ponía a todos. Su marido me follaba mientras les miraba. Yo me morreaba con su mujer, y mis manos buscaban el culo de mi chico. Me encantó tocar la piel de la chica, suave como la mía, tan diferente a la de los hombres. Su pecho redondo, su cintura estrecha, sus grandes caderas. Y tocarles a ellos, a dos hombres con espalda enorme, brazos fuertes, pelo en pecho. El cuarteto fue perfecto, pero lo mejor estaba aún por llegar sin yo saberlo.
Terminamos la ensalada cansados y sudorosos. Nos dimos otra ducha y la chica dijo que necesitaba dormir o mañana no podría unirse a la despedida. Creo que él no tiene tanto sueño – dijo ella-, por si queréis invitarle a vuestra habitación un rato. ¿Cómo? – pensé yo- Siempre quise tener para mi sola a varios hombres, no podía creer mi suerte. – De acuerdo, yo te lo cuido un rato y luego te lo devuelvo – dije cogiendo a los dos chicos de la mano para llevarlos a mi cuarto-.
¡Cómo disfruté esa noche! Siempre quise ser el jamón del sándwich, sentir 4 manos recorriéndome por todas partes. Uno delante besando mi boca, otro detrás besando mi cuello, mientras siento sus enormes erecciones apuntándome, acorralándome. Al desconocido (ya familiar) le pedí que hiciéramos un sesenta y nueve. Quería chuparle y que me chupase. Mientras, mi chico se puso a acariciarme y empezó a preparar mi culo. Cuando sentí la lengua de mi chico en contacto con mi ano, di un respingo de placer, como me ocurre siempre. Él sabe cómo me excita eso, sabe hacerme siempre lo que quiero, como quiero. Pero además esta vez, tenía otro hombre a mi servicio, dándome placer con el morbazo enorme que tiene un primer encuentro. Yo estaba en trance, mojadísima, mi cuerpo temblando entero. Nerviosa, expectante, esperando el próximo paso de mi chico. Sabía lo que me esperaba y lo estaba deseando. Él cambió de postura y empezó a jugar con su pene entre mis glúteos. Yo le apreté contra mí. No podía esperar más, quería tenerlo dentro. Sentí su pene duro abriéndose paso lentamente por mi esfínter, que ya estaba súper estimulado y dilatado. Yo gemía. El otro chico, alternaba su lengua y sus dedos dentro de mi vagina y mi chico jugaba con mi culo exactamente como me gusta. Moviéndose en mi interior sin sacar su pene. Sacando y metiéndolo luego muy despacio. Hasta embestirme rápido y sin piedad, al ritmo de mis gritos. ¡¡¡Guauuu!!! Entré en un éxtasis difícil de describir. Oral y anal a la vez, ¿se puede tener más suerte? Mi pelvis estalló de placer y comenzaron los espasmos. Me corrí con un orgasmo tremendo, muy húmedo, exagerado. Mi chico se fue casi a la vez y se retiró a la ducha para dejarnos solos. Cuando me repuse un poco, me concentré en mi desconocido favorito. Le di las gracias, agarré su pene y comencé a hacerle una paja mirándole a los ojos. Cuando estuvo bien dura le puse un condón y me subí encima. Lo monté con ganas, agradecida por el rato que me había hecho pasar, excitada al recordar mi primer trío con dos hombres. Mi entrepierna empapada, todos mis orificios recibiendo placer a la vez... El recuerdo reciente se mezclaba con el presente, con su movimiento furioso dentro de mí, con mi pecho apretado por sus enormes manos, con su cara de placer, con su explosión sonora… con su respiración apagándose y mi chico saliendo de la ducha. – ¿Bien, cariño? – me preguntó mi chico. – Súper bien- contesté yo cayendo rendida sobre la cama.
Mañana me gustaría un sándwich con mi chico y ella, pensé mientras me invadía el sueño. Aquella idea me excitó y me asustó a la vez. No tengo remedio.
11:09 am Saturday, 31st July, 2021
Un erotico relato, muy caliente, ojalá fuésemos nosotros coprotagonistas!!! 💞💞 |
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4:09 pm Wednesday, 25th August, 2021
Muy buen relato. |