Aquello que más me enciende

Si hay algo que me gusta es el sexo de una mujer en mi boca. Muy rápidamente voy a entre sus piernas y disfruto enormemente de sentir su sabor en mi boca. Recorro suavemente todo el contorno y con la punta de la lengua me meto entre sus pliegues buscando su punto de mayor placer. Soy sensible a sus movimientos y a toda erección de ese diminuto botón que le provoca profundas exhalaciones . Lo recorro con toda mi lengua, como quien come un helado y lleno de mi saliva esos primeros centímetros de su interior, tratando de no dejar nada de lado. En ese recorrido de abajo arriba intento meter mi lengua lo más profundamente posible. Sentir su sabor. Que sea lo primero de mí que la penetre. En ese momento ya estoy encendido y una erección, ahora sí la mía, se empieza a dar: a la par que le lamo me froto contra la cama. Me abrazo a sus piernas para unificar nuestros cuerpos y, por esa respiración suave y extendida, me doy cuenta del goce que le estoy provocando. Cuando ya mi lengua ha trabajado mucho me tiento con meter un dedo o dos sin dejar de lamer. Y mientras no dejo de dedicarme a ese punto sensible que tiene, dos dedos míos inspeccionan ya de lleno su interior. Comienzo a sentir cómo toda esa cavidad tan lubricada de su propio deseo intenta atrapar a mis dedos y retenerlos. Su punto G encuentra su momento de estimulación. Receptivo, se inflama en placer y ya cada hito al que me voy dedicando se suma con los otros hasta formar una sola figura del deleite que se va realizando. Lengua, labios y dedos ya están trabajando sincronizadamente. Para ese entonces toda la saliva que se acumula más lo propio que de la mujer emana, caen juntos por toda la línea de su entrepierna. Un dedo más se empieza a activar por debajo y atrás y la lengua hace su recorrido, mojando y acariciando esa nueva zona. Acto seguido el dedo se empieza a meter. Para ese entonces tenemos la lengua lamiendo, dos dedos estimulando desde dentro y haciendo que se incendie por completo y un tercer dedo abriendo y dilatando con delicadeza. Mano y boca hacen su juego. Dedos y lengua. Todo es penetrado, lamido, chupado y lubricado de saliva. Con la otra mano me aferro a un pecho y con la yema de algún dedo acaricio la punta,a la vez que alterno meter los dedos en su boca.Pero lo primordial es que jugar ese juego me enciende y a ella le incendia.El tiempo no tiene medida, la intensidad sí, todo es eterno mientras dura. Me encanta escuchar su respiración entrecortada, atajar el movimiento circular de su pelvis. Para cuando el oxígeno que respira es ese aire mezclado del deseo de los dos, me desanudo de sus piernas y muerdo con suavidad su boca. Sus piernas en alto sobre mis hombros me invitan a elegir una nueva etapa del acto de estar adentro suyo, ahora sí, se viene entrar más profundo, en alguna de sus dos puertas.

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