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Tarde de sexo en la terraza

5:23 am Thursday, 6th May, 2021

La vista no podía ser más amplia y hermosa desde esa altura. Nos habíamos conocido hacía poco y en plan de compartir cosas subimos a la terraza de su edificio, intentábamos reconocer cada una de las torres que se veían a la distancia. El sol en la tarde era espléndido y la temperatura primaveral. Ella era de la clase de chicas que provocaban miradas en la calle, unas piernas que me encantaban, unos pechos bien grandes que daban ganas de tenerlos en la boca de sólo verlos, y una cola que era mi locura. Llevaba esa tarde unos jeans apretados y una remera de color muy luminosa. Largo rato estuvimos ahí disfrutando del momento, abrazándonos, acariciándole el pelo, teniéndola de la mano. Era increíble cómo un lindo momento se podía dar con algo tan sencillo como compartir solos ese espacio. Así estuvimos hasta que decidimos bajar, pero antes de llegar a la puerta para ir a la escalera me llamó la atención que nadie había subido y pudimos estar solos todo ese tiempo, así que aproveché y la comencé a besar llevándola hacia un rincón. Me abracé a ella con fuerza y con mis manos empecé a recorrerla, su cintura tan delgada, su espalda tan suave, su cola que se levantaba cuando pasaba la palma por sus curvas. Enloquecido como me tenía, encendido de ella, no pude resistirme a meter mano bajo su remera primero, y luego bajo el jean. Sus pezones estaban erectos, ricos, deseables. Sus pechos eran ese alimento maduro a punto de caer del árbol, que probaba su punta con apenas correr el corpiño. El principio de su cola, de la línea de ese traste que ya varias veces me había dado generosa, era algo hermoso de sentir. Le desabroché el pantalón tanto como le había corrido el corpiño sin sacarle del todo. No paré nunca de besarla y comerle la boca, esa lengua que me hacía incendiar. Y metí mis dedos entre sus piernas primero sintiendo cómo se iba mojando y luego deslizando hacia su cola. Así estuvimos un rato eterno, pero apuramos el paso porque podía caer alguien en cualquier momento. La di vuelta, le bajé los pantalones, le lamí esa concha tan rica que tantas veces me hizo agua la boca, y le metí la pija hasta el fondo. Ella se dobló en 90° apoyando las manos contra un tanque de agua y yo sentía su éxtasis y el mío mientras le daba, le daba, le daba, con la pija bien dura de las ganas que le tenía. Estuvimos así, ella empujando para atrás y yo dándole bien fuerte hacia adelante, intentando complementarnos en el movimiento y hasta me di el gusto de darle un par de palmadas fuertes en las nalgas. Cuando ya todo había alcanzado un nivel de placer que embriagaba el cuerpo entero, cerré los ojos y le acabé una enorme cantidad de leche que había producido de tan caliente por ella que estaba. Me tenía loco con su cuerpo y su libertad para el sexo. Cuando ya no me quedaba nada más para largar dentro de ella, aprovechamos para acomodarnos la ropa contentos de haber estado solos ahí. Bajamos a su piso y una vez adentro ella se tiró sobre mí para seguir nuestra sesión de pasión. Ya en su cama, con dedos, boca y lengua, me dediqué a ella, a su placer, por largo rato, pero esa ya es otra historia para contar después. Espero que les haya gustado esta aventura en las alturas.



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