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Dibujando placer sobre su cuerpo

4:08 pm Friday, 23rd April, 2021

Até el último nudo. Lo justo para sujetar, y lo justo para que las cuerdas no le hicieran daño. Me alejé dos pasos de ella e inspiré profundamente mientras mis ojos disfrutaban de la escena.


Ella estaba de pie, con los brazos hacia arriba, las muñecas atadas a una cuerda que a la vez estaba sujetada a un enganche del techo. Tenía colocada una venda de raso sobre sus ojos que no le permitían ver nada. Vestía un conjunto de ropa interior negro, sencillo que acompañaba a cada curva de su cuerpo. Me acerqué, y comprobé tirando de la cuerda que en caso de algún movimiento brusco, esta aguantaría.


—Tienes algún punto que te roce, o que te duela?—le pregunté.
—No—respondió.
—Perfecto—le dije.


Me encantaba como olía. No su perfume, sino su cuerpo, su piel, su sudor. Era sutil, pero embriagador… me ponía a mil.
—Hoy no pienso hacerte fotos, al menos ahora—le susurré al oído.
Su cara mostró un segundo de sorpresa.
—¿Puedo preguntar qué piensas hacerme?—preguntó.
—Por supuesto que no. ¿Acaso debo darte alguna explicación?—respondí secamente.
—Claro que no.
—Así me gusta. No te preocupes. Sabrás, o mejor dicho, notarás lo que haré contigo pero no tendrás ninguna pista hasta que lo esté haciendo. —dije mientras me alejaba de ella.


Lo tenía todo preparado. Abrí un estuche y saqué un pincel de tamaño medio, de pelo natural de marta, nuevo. En silencio fui a la cocina y cogí un vaso grande que estaba hasta los topes de hielo que tenía preparado. Lo rellené de agua, y fui hacia ella.


Cuando dejé el vaso sobre una mesa ella se puso en tensión. No adivinaba —aunque lo intuía— qué podía haber hecho ese ruido.


Me acerqué a ella, y riendo le pregunté —¿alguna idea?—.
Ella negó con la cabeza, mientras tragaba saliva.


Agarré el pincel y lo deslicé suavemente por su hombro. Su piel enseguida se puso de gallina, pero su cara reflejaba confusión.
—No son tus dedos—me dijo— de eso estoy seguro.


Seguí deslizando el pincel, esta vez metiéndolo entre los bordes de su ropa interior. Con una mano le quité el cierre del sostén y dejé que se deslizara hacia abajo, hasta caer al suelo. Su torso desnudo, sus brazos hacia arriba… la visión me encendía más y más. Su pecho era generoso, con unas aureolas grandes que culminaban en unos pezones igualmente grandes. Además, su piel estaba decorada con numerosas pecas que hacían aún más atractiva la vista.


Con mucho cuidado, pasé el pincel por el contorno de sus pechos. Sus pezones reaccionaron al instante encogiendo la piel, volviéndose duros, prominentes.


Sin hacer ruido, introduje el pincel en el vaso con hielo. No quería darle pistas. Ella empezaba a respirar profundamente y su boca estaba entreabierta. Saqué el pincel del vaso, empapado en agua helada, y lo posé sobre la una aureola, recorriendo muy suavemente su contorno, llegando a la base del pezón, recorriéndolo también.


Ella soltó un jadeo mientras su cuerpo se ponía en tensión. Repetí lo mismo con el otro pecho. Gotas heladas se deslizaban desde sus pechos, creando caminos helados por su piel.
—Sé que es frío, pero es como si me quemara. No pares, sigue por favor, te lo suplico—dijo entrecortadamente.


Tras repasar sus pechos con el pincel, coloqué mi boca sobre los pezones y con los labios los estiré, mientras mi lengua los repasaba. Para mí era una sensación impresionante, pero a ella la volvía loca.


Me arrodillé frente a ella, y le bajé las braguitas. Los ríos de agua habían llegado hasta su vientre. Con el pincel dibujé una redonda alrededor de su ombligo y ví como caían las gotas, hacia su vientre, y luego hacia su sexo. Ella gemía abiertamente. Su cara reflejaba una mezcla de dolor y placer indescriptible, y entonces empecé a seguir con mi lengua los caminos de agua que me conducían a su sexo.


De manera inconsciente separó sus piernas, permitiendo que hundiera mi boca en su sexo. Tras morder sus labios, mi lengua se abrió paso y se introdujo a fondo. El agua helada se mezclaba con su humedad, caliente, haciendo que me volviera loco.


Entonces separé mi cara, volví a mojar el pincel y lo coloqué sobre su clítoris. Un grito ahogado salió de si boca mientras empecé a mover el pincel sobre él. La forma en que este jugaba con su clítoris, lo rodeaba, frotaba, subía y bajaba hacía que ella perdiera el control. Entonces decidí alternar el pincel con mi boca.
Sorbía su sexo, tiraba de él hasta que de nuevo era el pincel el que volvía a jugar.
Entonces decidí que mientras el pincel jugaba con su clítoris era el turno en que mis dedos bucearan dentro de ella.


—Tú quieres matarme…—dijo entre jadeos.
—No, quiero que te corras como nunca lo has hecho.


Y así fue. Mientras el pincel jugaba con el clítoris introduje mis dedos en ella, moviéndolos cada vez más rápido hasta que su cuerpo se estremeció, empezó a temblar y gritando llegó a un orgasmo largo, moviéndose sin control, donde las cuerdas ayudaron a sujetar su cuerpo que casi perdió pié entre temblor y temblor…


Cuando acabó la desaté y la llevé a la cama donde se acurrucó en mis brazos. Pasó un buen rato hasta que se calmó del todo ya que de vez en cuando le sobrevenía algún temblor.


—Prométeme que guardarás ese pincel como un tesoro—me dijo, entre risas. Y así es, lo guardo para ocasiones especiales



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