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Esta noche, el ritmo lo ponen ellas.

8:27 pm Friday, 23rd October, 2020

Las 10 y ya estaban todos en casa. Eso es puntualidad. Parecía una fiesta corriente. Pero no lo era. Todos sabíamos lo que iba a pasar. Todos habían recibido el mismo mensaje: “El sábado cumplo 40 y me encantaría veros en mi fiesta de disfraces. Este es el programa: 10h. Recepción y catering. 12h. Segunda parte en el salón, solo apta para parejas liberales. 2h. Elegimos pareja acompañante y cuarto. Solo hay una norma: el ritmo lo ponen ellas”.


La gente estaba disfrutando de la comida y de la música. Entre ellos no se conocían. Sólo yo había hablado con todos y los había elegido. Es curioso, soy hetero, pero de alguna forma, en mi selección me había fijado también en la chica de las parejas. Tenía que ser agradable, inteligente, traviesa y mejor si estaba bien, por si tenía que jugar también con ella. Si no, en cualquier caso, ella sería mi cómplice, así que mejor llevarnos bien. Fui saludando a todas las parejas, presentando a unos y otros. Y también, lo confieso, fijándome en sus disfraces. Allí estaban el sheriff y la vaquera de los pantalones súper cortos, buen culo. El doctor y la enfermera con liguero, buenas piernas. Los colegiales, ella luciendo escotazo. Y así otras tantas parejas. No era justo. Ellos llevaban mucha más ropa. Pero daba igual. No les iba a durar mucho. ¿Y nosotros? Cierto, no lo dije. Miguel, mi chico, llevaba neopreno. Yo se lo pedí. Me encanta cómo le queda y me ayudaría a saber exactamente qué es lo que le excitaba. Y yo, bikini y pareo.


12h. La hora de la verdad. Una pareja se marchó, los romanos. Jamás sabremos qué escondían esas togas. Qué pena, se perderían lo mejor. Pusimos la estufa de leña en el salón y una música más sugerente. Yo me puse un vestidito negro calado, que enseñaba más de lo que tapaba. Retiramos las copas. Ya sólo se servían mojitos. Los chicos ebrios no me sirven. La gente se descalzó y con el calor, poco a poco se iban desnudando. Las chicas llevaban la iniciativa, de vez en cuando salía alguna a bailar al centro y sacaba a uno o dos chicos a bailar con ella. Roces, besos, miradas… Con la pareja propia y la ajena. Se nos pasó volando la noche. Hacia las 12.45h ocurrió algo que lo cambió todo. El sheriff se quitó la camisa. ¡Dios, qué espalda tan grande - pensé! Y a partir de ahí no pude dejar de mirarla. Me atreví a tocarla un par de veces. A susurrar en su oído. Bailé un poco con él. Y así, poco a poco se despejaron mis dudas sobre hasta donde llegaría esa noche. Para Miguel y para mí, aquel era nuestro primer encuentro real. Habíamos decidido que fuera a lo grande, cumplir todas mis fantasías la noche de mi cumple. Pero hasta ese momento, me pregunté muchas veces si realmente me atrevería o si me echaría atrás. Si en nuestro cuarto jugaría solo con mi chico o también con otro. Pero si, iba a ocurrir. Iba a chupar de arriba a abajo aquel torso, aquellos brazos y sobre todo, aquella espalda.


A mi alrededor, las risas y los juegos cómplices se sucedían, compartíamos uvas, sandía, chicos, chicas… Esa noche estábamos todos muy generosos. A eso de la 1.30h los invitados pedían más... la noche estaba pero que muy caliente. Sorteamos unos números, a mí me tocó el dos. Elegiría en segundo lugar con quién quería compartir cuarto. La chica a la que le tocó el uno, nos eligió. Me encantaban los dos. Muchos juegos compartidos por chat y bastantes ganas. Pero yo ya solo tenía ojos para el sheriff. Les dije que no, pero que nos buscaran por la mañana si seguían por aquí, que esta noche tenía otros planes. Y miré fijamente a la autoridad de la sala y las esposas que aún colgaban de sus vaqueros. Él se dio cuenta y sonrió.

La primera pareja en elegir se fue con otros, se les veía contentos con la elección. Y me tocaba. ¿Qué tal la vaquera? – le pregunté a Miguel al oído-. Estupenda, me dijo él. “Tengo que hablar con el sheriff -dije en alto- el del neopreno me está molestando” Y le guiñé un ojo a mi chico. “Eso está muy mal, señorita -contestó él-. Irá a la cárcel con esta otra delincuente -dijo señalando a la vaquera-. Tenga cuidado -le dijo a Miguel-, me consta que es muy peligrosa”. El pene de Miguel estaba enorme bajo el neopreno, la chica le encantaba...


En nuestro cuarto había dos camas de matrimonio juntas y un baño para nosotros solos. Me duché la primera y los chicos me pusieron aceite por todo el cuerpo. Al sheriff le obsesionaban mis caderas y mi culo. Y a mí me ponía muchísimo la determinación y la fuerza con la que me tocaban sus manos. Tocaba masajear a la vaquera. Mi chico se recreó especialmente con sus senos. Los lamió y masajeó despacio. Le encanta un buen par de tetas. Luego se ducharon ellos. Pero a esas alturas, prescindimos del masaje. Nos tumbamos y comenzamos a besar a nuestras parejas. Ellos en una cama, nosotros en frente. Las chicas jugamos un poco entre nosotras, lametones, roces, palmaditas… eso los puso a cien. Y a mí un poco también, por ser la primera vez que tocaba y me tocaba una mujer. Pero también por verlos a ellos tan excitados; con la respiración animal de un hombre impaciente. Yo ya no podía más y le dije al sheriff que necesitaba su protección, que porqué no venía a mi cama. La piel se me erizó cuando me apretó contra él por detrás. Sentí su aliento, su olor y cómo estaba de empalmado. Empezó a tocarme mientras los dos mirábamos a la pareja que hacía lo mismo en frente. Pero ahora la impaciente era yo. Le dije que se pusiera un condón, que quería subirme encima. Estaba totalmente concentrada en él… supongo que la otra pareja también estaba a lo suyo. Oía los gemidos de ambos (el buceador y la vaquera), pero no podía mirarlos. Miraba a los ojos del sheriff, mientras me movía a mi antojo encima de él. Mientras sudaba, mordía sus labios, gemía. Aquel hombre sabía moverse. Le monté salvaje, como en un rodeo. Y luego le pedí que se sentara, mientras yo seguía encima. Quería tocar la espalda con la que llevaba fantaseando toda la noche. Y así, abrazados nos corrimos. Creo que Miguel y la vaquera ya habían terminado. Cuando me separé del sheriff, ellos ya nos miraban con una sonrisa, despeinados y sudados. Nos reímos los cuatro.


Un peligro esta chica - le dije a mi pareja-. Tu chico también -dijo ella-. Charlamos, reímos. Y dormimos cada uno abrazo a su pareja. Maravilloso cumpleaños.




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Seducción, complicidad y erotismo.


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