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Fantasías en la Playa (Parte 7 - Final)

12:48 am Friday, 18th September, 2020

Ella sabía muy bien lo que hacía. Recorría mis labios mayores apenas rozándolos con su boca, jugueteaba con mis labios menores, soplando delicadamente entre ellos antes de detenerse en mi clítoris para rodearlo en círculos con la punta de su lenga y succionarlo con delicadeza.


Repetía su adictiva secuencia sin olvidar masajear mi periné con sus besos antes de proyectar su lengua unos milímetros dentro de mi vagina y mi año. Sus dedos se sumaron a mi placer y comenzaron a invadirme en profundidad. Mi humedad les dio la bienvenida con un cálido espasmo.


No tardó mucho provocarme un segundo orgasmo. Sentía que mi deseo brotaba en cascadas. Tuve dos orgasmos más antes de sentir cómo los varones, sin cambiar de posición, hacían realidad mis deseos: un falo me penetraba por delante y otro por detrás, danzando dentro mío en excitante sincronía. Sentía cómo sus glandes me dilataban sin piedad con cada latido.


La rubia seguía devorándome el clítoris y libando mi humedad. Sin poder contener tanto placer, estallé en otra gran culminación. Una descarga eléctrica recorrió la cara interna de mis piernas, desde los tobillos hasta la vulva, gatillando un espasmo brutal que me hizo eyacular, algo que sólo había visto en películas.


Fue una sensación fabulosa que me hizo dudar si toda vez anterior a lo largo de mi vida había realmente tenido un orgasmo.


El squirt empapó la cara de la rubia que, fascinada, pedía más. Había enloquecido con la descarga: el jugueteo de su boca en mi clítoris se transformó en una frenética y ruda fricción de sus dedos, con lo que acentuaba mi excitación.


Los varones, respondieron a mi contracción con una voluminosa descarga seminal. Percibía cómo su fluida tibieza me inundaba y conquistaba mis cavidades. Todo era una espiral de excitación mutua cuyo final no vislumbraba ni quería.Sumida en tanto estímulo eyaculé una y otra vez.


Los gemidos de goce se multiplicaban, atrayendo a nuevos participantes. Todos deseando tocarme. Todos deseando besarme. Todos deseando penetrarme. Todos deseando beber mi elixir. Era la mujer más deseada y, también, la más satisfecha.


Me preparé para besar decenas de bocas, de hombres y mujeres y para acariciar senos, vulvas y penes de otros tantos.


Ya me había hecho a la idea de que me penetraran una y otra vez hasta quedar exhausta de tanto eyacular, cuando, de pronto, Ronald apretó mi muslo izquierdo con su mano derecha y me preguntó, "Amor, ¿no me servirías algo para tomar?"


Aún estábamos en la ruta. El brusco cambio de ámbito aturdió mi conciencia y precisé de unos segundos para reubicarme en la realidad. La calidez del sol matinal y el monótono andar de la ruta se conjugaron con el cansancio acumulado de la semana y me había quedado dormida como una niña. Sólo habían pasado unos pocos minutos desde la partida.


Algo sobresaltada noto que estábamos más al sur del balneario que habituábamos. "¡Te pasaste, Ronnie! ¡Estás distraído!", le dije. "No, no me pasé: hoy vamos a otra playa. Es la sorpresa de la que te hablé ayer en la ruta", me respondió con una sonrisa cómplice.


Una densa sensación de estupor y confusión me invadió al no saber si efectivamente ya había escuchado esas palabras, por lo que permanecí ansiosamente expectante a las que siguieron…





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