Fantasías en Playa Nudista (Parte 3)

Caminé por el sendero de tablas sosteniendo con una mano la gran capellina que contenía mi cabello alborotado por la brisa de la playa. Con mi otra mano, acomodaba mis gafas de sol, tratando de escudar mi identidad. La primera imagen que recibí sólo contribuyó a mezclar más esos sentimientos antagónicos, pero no me escandalicé. Por el contrario: esos cuerpos despojados de ropa tenían cierto magnetismo, quería acercarme a ellos, verlos de cerca, explorarlos. Me relajé al ver que no era un gueto de modelos. Más bien lo contrario. Podía asegurar que estaba entre las más bonitas del lugar. Esa inesperada inyección de seguridad aceleró mi paso y dio lugar a mi primera sonrisa de relax. Comenzaba a disfrutar de la experiencia. Elegimos donde ubicarnos y mientras desplegamos la sombrilla y las lonas fui cerciorándome de que no hubiese nadie conocido. Estábamos rodeados de extraños que parecían no haber advertido nuestra llegada. Esa indiferencia, sumada a la reciente dosis de autoestima, fue la inesperada aliada con la que finalmente derroté mi vergüenza y pudor. ¡En pocos segundos Ronald y yo estábamos completamente desnudos! La sensación de extrañeza crecía con cada nuevo descubrimiento. Me resultaba exótico verlo a él desnudo en un lugar público y jamás hubiese podido imaginarme en esa desinhibida situación. Sentía cómo el cálido viento acariciaba con delicadeza mis pezones, recorría con apuro mi cintura y hacía cosquillas en mi sexo... Aún de pie, sin haberme quitado los anteojos ni la capellina, cerré los ojos y extendí los brazos al cielo: “¡Esto es la libertad!”, grité con euforia para mis adentros, descargando en un largo y profundo suspiro tantos años de inhibiciones, culpas y censuras, tantos años de monotonía, tedio y apatía. En un instante sentí que había renacido: sin haberlo planeado me había despojado de una vetusta crisálida y me convertía en una radiante mariposa.
Continuará.......

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