Tuvimos suerte: la mañana siguiente a nuestro arribo estaba espléndida. No había una sola nube en el cielo y el pronóstico anunciaba un clima ideal para ir a la playa. Sin mayores demoras ya estábamos en el auto encaminándonos hacia el balneario de siempre.
La mañana tan diáfana, el sol entrando de soslayo y el habitual silencio de Ronald me invitaban a disfrutar relajadamente del paseo. Pero llegados al lugar, me sobresalté al ver que Ronald continúo manejando.
"¡Te pasaste, Ronnie! ¡Estás distraído!", le dije.
"No, no me pasé: hoy vamos a otra playa. Es la sorpresa de la que te hablé ayer en la ruta", me respondió con una sonrisa cómplice.
Es cierto: viniendo a la costa me había dicho que me daría una sorpresa durante nuestras cortas vacaciones, algo que me hacía revivir luego tantos años de tedio y rutina. Pero había prometido no decir nada hasta que llegara el momento.
Yo supuse que se trataría de una cena romántica en un restaurante lujoso o salir a bailar (si acaso él recordaba de cómo hacerlo). Pero siendo de día tendría que ser, en cambio, un almuerzo en algún lugar exótico y apartado o una estadía en un spa exclusivo con vista al mar o….
Sin darme tiempo a seguir imaginando de qué se trataba, me adelantó, a modo de consulta, cuál sería nuestro destino: "¿Te gustaría ir a un playa nudista?"
No lo podía creer!!! Luego de tantos años de matrimonio aceptando inconscientemente la rutina como destino de nuestra pareja, Ronald me dejaba realmente perpleja. No sé qué me desbordaba más: si el hecho de que decidiera hacer algo nuevo o la idea de ir a una playa nudista.
No pude contener un: "¡Sí! ¡Me encantaría!".Continuará.........
