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Extraño, Dulce y Amargo. Y cómo siempre es mejor lo que está por venir (relato)

5:38 pm Tuesday, 21st July, 2020

…y Extraño fundió sus ojos bajos los párpados. Se acababa de correr en la mano de Dulce.
Dulce es mi mujer. Yo soy Amargo. Y Extraño… de Extraño conocemos muy poco. Ni tan siquiera el nombre. Es un chico joven, grueso que no gordo. Algo más alto de la media pero que no destaca por su altura. Pelo corto al cepillo en la nuca y sobre las orejas y un poco más espeso por arriba.
Es de trato amable, simpático y agradable. Nunca tuvo prisa en nuestra correspondencia a través del correo electrónico. Fue obediente cuando Dulce le pedía que hiciera algo y se lo mostrara en un vídeo. “Debes posar delante del móvil, sólo la cintura, y me debes sacar tu polla de los pantalones poco a poco” Le pidió Dulce. “Primero quiero que te acaricies sobre el pantalón, poco a poco, dejando marcado tu miembro por donde tu mano pase. Quiero verla crecer debajo de tu ropa. Después debes abrirte la bragueta y meter tu mano dentro. Despacio. Suavemente. Cuando esté muy, muy dura, quiero ver como su glande asoma por la apertura. Pero sólo el glande. Quiero que te lo acaricies recorriendo toda su cabeza. Si de verdad te excitas, me debes dejar ver esas gotitas de líquido seminal que sin duda aparecerán por su pequeña boca. Debes diseminarlas por todo tu capullo. Que lo deje bien lubricado…”
Dulce consiguió un vídeo muy caliente. Me puso a cien a mí, se puso a cien ella al verlo, y con toda seguridad Daniel se pegó una paja feroz en cuanto dejó de grabar. No pudo terminar de otra forma. Seguro.
Los siguientes mensajes no tenían nada que envidiar al primero. Él le pedía a Dulce que me la chupara mirando a la cámara, seguramente deseando que ese pene que se veía en la pantalla fuera el suyo. Ella le respondía con su deseo más profundo de ver como se estrujaba con fuerza los testículos. Fuerte, con rabia. Él le pedía que se grabara introduciendo mi capullo en su agujero, pequeño pero caliente agujero. No eran más atrevidos conforme pasaban los días. Eran más calientes. Hechos con más agilidad y ganas…
Hasta que un día le escribimos (Dulce le escribió) un nuevo mensaje. Éste era distinto. “Sábado que viene, línea R4 de Cercanías, subes en el último vagón del tren que va a TalSitio que sale a las 12.30 h de EsteSitio. En el último vagón, los últimos asientos. Lleva puesta una gorra roja. Si no tienes una, te la compras. Espera allí sentado a que lleguemos nosotros”
Él no conocía nuestra cara ni nosotros la suya. Dulce se pone una máscara negra de carnaval y una peluca que le da un aire misterioso y provocador. Además ahora todos vamos con mascarilla. La gorra era imprescindible para reconocerlo.
El sábado era un día soleado, muy caluroso. Cuando subimos al tren, no había casi nadie. Cosas de la pandemia. No nos movemos casi nada, y menos en tren…
Al subir vimos al final del vagón, en la última fila tal y como le pidió Dulce, a Extraño. Una gorra roja asomaba por encima del asiento situado al contrario de la dirección del tren… y delante de él, en su diagonal, una señora mayor con un niño pequeño, con toda la parafernalia necesaria para pasar un buen rato en la playa, si no todo el día. Mascarilla del supermercado para los dos, niño inquieto y señora cabreada con el niño inquieto. Se había frustrado los planes. Si iban a la playa, seguramente llegarían hasta TalSitio, al final del trayecto. Nosotros nos sentamos juntos en los asientos de al lado, donde podíamos ver la cara de Extraño. Bueno, lo poco que se dejaba ver entre la mascarilla y el gorro. Gorro por cierto nuevo, de un rojo inmaculado.
Extraño parecía sospechar que éramos nosotros, pero por prudencia miraba de reojo poco a poco, como buscando nuestra mirada y asegurarse de que éramos los que él estaba esperando. No le dimos oportunidad de comprobarlo. No cruzamos la mirada con él en ningún momento. Más bien al contrario. Dulce se puso hablar con la señora sobre que calor hacía y que el niño iba a llegar a la playa agotado de tanto moverse
“Aquest nen arribarà esgotat a la platja. No para quiet ni un moment” “Millor, que tinc ganes de fer una bona migdiada!”
Unas risas y a otra cosa. En ese momento Dulce se puso las manos en los muslos, sobre el vestido ligero de una pieza, verde con flores muy grandes de tonos rojos. Y empezó a juntar sus manos, acariciándose los muslos, acabando de unirlas entre las piernas. Muy sutil, pero Extraño se percató enseguida de su gesto. Ella subió levemente las manos hasta casi ponerlas encima de su bajo vientre. Fue muy movimiento muy ligero, pero permitió que sus rodillas y parte de sus muslos quedaran al aire. Dulce tiene una piel muy blanca, lisa y limpia. Extraño no tenía ojos para nada más.
En eso la señora vuelve a hablar: “De totes maneres no anem a la platga. Tornem a casa. Ara a descansar, que ens hem aixecat molt d’hora per anar a la platja amb la familia”. Y se levantó arrastrando al chiquillo y un par de bolsas de mano.
Nos despedimos de ella. He inmediatamente nos sentamos delante de Extraño. No dijimos nada. No hacía falta. Por fin estábamos lejos de miradas curiosas.
Yo cogí mi móvil y empecé a grabar. Enfocaba a Extraño, que parecía contrariado. Dulce se levantó de mi lado y se puso junto a él. Después de unos segundos, Extraño puso su mano izquierda sobre el muso de Dulce. Estoy seguro, porque así pude verlo en lo poco que dejaba a la vista su máscara que el manotazo de Dulce le dejó totalmente desconcertado. Por supuesto, de forma instintiva apartó la mano. Entonces ella puso su mano directamente en su bragueta y comenzó a palpar, a buscar aquello que tantas veces había visto en sus vídeos. Buscó su pene y lo encontró medio erecto. Quizás el manotazo le había aflojado algo más que la mano o quizás la incertidumbre aún lo mantenía en guardia. Fuera lo que fuera, Dulce bajó sobre sus pantalones en busca de sus huevos y los acarició primero, y se los apretó justo después. Cuando volvió a buscar su polla la encontró erecta como un mástil, vigorosamente dura. De no mediar sus pantalones y su ropa interior, ahora mismo la hubiera tenido mirando el techo del vagón. Al encontrarla tan dura Dulce soltó una exclamación entre sorpresa y gemido de placer… y empezó a sobarla, apretando el pantalón sobre ella, haciendo que la tela se dibujara en los bordes de su verga, como un molde. La cogía con dos dedos para marcarla bien, y después intentaba abarcarla toda con los cinco dedos como intentando romper el pantalón para llevársela a la boca y comérsela entera. Esto duró como unos dos minutos, más o menos. Después y sin previo aviso, le bajó la cremallera y un bulto enorme quiso salir fuera, y lo hubiera conseguido de no ser por los calzoncillos que le impedían salir a tomar el aire. Dulce se encargó se solventar ese pequeño problema, y con tan solo un dedo, le bajó los calzoncillos lo justo para que asomara toda su artillería, dispuesta a disparar, como supimos poco después.
Y allí estábamos los tres. Extraño, con las manos en sus rodillas, evitando recibir otro manotazo, con la bragueta bajada y el pene erecto asomando por ella. Dulce a su lado, mirando al resto del vagón, buscando alguna mirada indiscreta o algunos ojos fisgones. Y yo, grabando todo desde mi móvil, justo delante de Extraño… y tan empalmado como él.
Dulce pareció quedarse tranquila de que no nos observaran desde algún otro lugar del vagón. Entonces empezó a acariciar con su dedo índice el orificio del capullo de Extraño. Soltó un hilillo largo y espeso de líquido seminal que ella se encargó de repartirlo por todo el glande una buena parte de su pene. En la cámara del móvil se podía ver perfectamente los hilos de salían de los dedos de Dulce y acababan pegados al tronco duro y venoso de él. Su dedo índice acariciaba su orificio, y cuando esto no sucedía o incluso cuando sí sucedía, sus dedos pulgar y corazón bajaban y subían por su polla erecta masturbándola muy suavemente, casi era un masaje más que una paja.
Al cabo de unos minutos así en los que yo vigilaba el móvil y el pasillo para evitar injerencias, Dulce notó que la respiración de Extraño se entrecortaba bajo la mascarilla, que subía y bajaba sobre sus pómulos de forma muy visible. Sus ojos estaban sólo entre abiertos. En ese momento Dulce decidió que ya era el momento de dejar de jugar con la suerte. Giró un poco su cuerpo hacia él, y con su mano izquierda sacó al exterior sus testículos, que aún estaban dentro del pantalón y se los agarró con toda la fuerza que pudo. Y con su mano derecha abarcó todo lo ancho de su pene, totalmente lubricado y brillante, apuntando al techo del vagón. Nunca vi a Dulce hacer una paja con tanta energía y concentración. Su mano se cerraba con fuerza sobre su polla, bajando y subiendo a buena velocidad, pero sin correr, porque la apretaba hasta dejarla encarnada de toda la sangre acumulada en ella. Unos pocos segundos después Extraño puso sus manos sobre las de Dulce y parecía que quería apartarlas porque le estaba haciendo daño de tanto apretar, tanto en los huevos como en la polla. Nada más lejos de la verdad. Lo que quería era tener la seguridad absoluta de que aquello iba acabar como él quería y aferró sus manos sobre las de ella para evitar que tuviera la tentación de abandonar el volcán justo antes de la erupción. Fueron cinco, seis… ¿siete? bombeos. No más. La polla de Extraño empezó a bramar leche espesa que esparció sobre su camiseta, sobre el vestido de Dulce, sobre la tapicería del asiento del tren. Llegué a temer que me mancharía hasta a mi…
…y Extraño fundió sus ojos bajos los párpados. Se acababa de correr en la mano de Dulce.
Pocos segundos después, como si es maquinista supiera que ya habíamos terminado, el tren llegó a una estación y nos bajamos. Dulce le dijo algo a Extraño al oído y lo dejamos allí, con la chorra fuera, vencida, con sus humores esparcidos por todas partes, pero cubierto todo con una gorra roja que aún tenía la etiqueta puesta… no podría devolverla. Y si quería volver a ponérsela, tendría antes que lavarla.
Ya en el andén y con el tren siguiendo su camino llevando dentro a un Extraño vencido, le pregunté que le había dicho al oído: “la próxima vez, si ya no hay riesgo de contagio, no pienso dejar desperdiciar ni una gota de tu leche”. “Eso será dentro de mucho tiempo me temo” le dije yo.
Dulce se estaba limpiando las manos con gel hidroalcohólico después de lavárselas con un poco de agua de un botellín pequeño. Y entonces nos sonó el aviso de entrada en un whatshapp en nuestros móviles…
Era Extraño. “A la mierda el coronavirus. El sábado que viene en las golondrinas del puerto. A la misma hora que hoy. Y lleva gorra y pañuelos. Que todo se lo lleve el mar…”

Éste relato es de AmargoyDulce. Aún no ha sucedido. Quizás algún día pueda ocurrir de verdad…



Comments
12:09 pm Wednesday, 26th August, 2020

Muy excitante. Me ha encantado la forma de describir la escena y vuestra manera de pensar. Un placer esta lectura, y un placer también vuestras fotos. Besos

2:55 pm Thursday, 4th May, 2023

Hola Guapos! Nos encanta vuestro perfil😘😘

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