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Romeo y Julieta un tanto diferente...

9:47 am Tuesday, 23rd April, 2019

Romeo se escondía detrás de un arbusto, para poder observar a Julieta a la luz de la luna. Las estrellas llenaban el cielo, y se podía sentir una ligera brisa de aire que atraía el olor de Julieta y esto le enloquecía.

–¡Oh Julieta! Eres el sol de mi oriente, la silueta de tu cuerpo desnudo bajo tu camisón vuelve a la luna envidiosa de tu belleza, y me vuelve loco de deseo por ti. –Dijo Romeo en voz baja sorprendido por lo que veían sus ojos.

Julieta estaba posada en su ventana y su cabello dorado, largo y ondulado caía sobre sus hombros. Sus mejillas sonrosadas y sus labios rojos y carnosos tenían un contraste perfecto con la luz de la luna, casi se podía apreciar cada curva de su cuerpo.

Romeo no le podía quitar los ojos de encima, hipnotizado por cada curva de su cuerpo.
–¡Ay, cómo acaricia su mejilla! ¡Ojalá fuera mi mano la que tocara esa mejilla! ¡Ojalá fuera su mano y pudiese tocar su cuerpo cuando quisiera! –Pensó Romeo mientras la miraba.

–¡Pobre de mí! Oh Romeo, ¿por qué eres tú Romeo? ¡Repudia tu nombre y jura tu amor por mí, eso me bastaría! – Se quejó Julieta.

–¿Habrá dicho mi nombre? –pensó Romeo –¡Repite mi nombre otra vez, oh ángel luminoso! –Dijo Romeo lleno de deseo por tenerla.

–¡Tu nombre es mi enemigo! Te quitaré ese nombre y te llamaré solo de Amor y tómame a mí, Romeo, toda entera. –Dijo Julieta, pensando que hablaba para el viento, sin saber que otros oídos la habían escuchado.

–¡Oh Julieta, mi Julieta! Te tomaré toda entera si ese es tu deseo, pues es el mío… Cómo deseo tenerte en mis brazos… –Dijo Romeo saliendo por detrás del arbusto y acercándose a ella.

–¿Quién eres tú que caminas por la sombra y escuchas mis pensamientos? ¡Conozco tu voz! Me oculto en la oscuridad de la noche ya que de lo contrario verás mi rostro ruborizado por haberme escuchado. – Dijo Julieta con un tono nervioso mientras se intentaba cubrir el rostro.

–¡Soy yo santa mía, tu Romeo! Por amor y deseo salté la tapia, pues para el amor no hay barreras de piedra… no sabes cuanto necesitaba verte. Ven a mí, preciosa, necesito besar esos labios dulces color carmín. –Susurró Romeo con una voz que dejaba entrever lo mucho que él la quería.

–Oh Romeo, pero si te ven te van a matar. –Dijo Julieta temiendo que alguien lo viese allí.

–En tus ojos veo más peligro que en veinte de sus espadas. Ven a mí y te demostraré mi amor por ti. Todos están dormidos, nadie se enterará. Ven… yo te cuidaré. –Dijo Romeo esperando ansioso a que ella le dijera que sí.

–¡Sí, espérame! –Julieta, con una sonrisa en sus labios y sintiendo la adrenalina corriendo por sus venas, escala por el enrejado al lado de su terraza. De repente, Julieta se trpieza y cae sobre los brazos de Romeo.

–Por fin te tengo en mis brazos. –Dijo Romeo mirándola mientras ella sonreía –Esperé tanto por vivir este momento... no te voy a dejar ir sin antes hacerte mía. –Romeo la agarró la mano y cruzaron todos los muros, hasta que llegaron a su refugio, su fortaleza de soledad.

No había nadie allí, solo ellos dos. Había una cama situada cerca de un gran ventanal donde se podía contemplar la hermosa luna y una chimenea que todavía estaba encendida…

–Hoy voy a ser suya… –pensó Julieta mientras sentía que cada vello de su cuerpo se erizaba y sentía un delicioso escalofrío detrás de su cuello, el mismo escalofrío que siente cuando Romeo respira cerca de su nuca.

Romeo, sediento de sus labios agarra Julieta por su cintura y la apoya contra la pared, la besó intensamente hasta volverla loca por que la tocara. Romeo sabía que Julieta estaba desnuda bajo su camisón y eso hacía fluir su imaginación.

–Siempre has sido tan hermosa... –Dijo Romeo mientras la besaba –te deseo tanto... más que el aire que me mantiene vivo.

–Quiero ser tuya, hazme tuya por favor… –Dijo Julieta intentando recuperar el aliento.

Se acercaron a la cama, Julieta le daba la espalda y Romeo acercó su cuerpo y pego su polla que estaba ya muy dura contra su culo. Ambos habían imaginado ese instante y ahora que la tenía tan cerca, con su polla restregándose contra su hermoso culo, ninguno de ellos podía creer en lo que iba a acontecer.

Sus manos bajaron desde sus hombros hasta sus manos, acariciando la piel de sus brazos con las yemas de sus dedos. Apartó su pelo rubio con la barbilla y besó su cuello hasta que la hizo estremecer de placer. Al segundo, Romeo la giró agarrándola por la cintura y pegó lentamente sus labios contra los de ella. Fue como sentir una descarga eléctrica en sus cuerpos. Julieta abrió sus ojos, lo miró y metió la lengua en su boca, él respondió chupando su lengua efusivamente.

Romeo bajó sus manos hasta su culo, acariciándolo lentamente por encima de su camisón, ella dejó de besarle y empezó a lamer su oreja, mientras tanto, ella susurraba sensualmente:
–Al fin estoy contigo amor mío, sigue tocándome, me estás volviendo loca.

Romeo estaba con una tremenda erección, y empezó a apretar su cuerpo con el suyo para que ella sintiese su polla dura. Julieta bajó sus manos y comenzó a tocar a Romeo sobre sus pantalones, bajó su cremallera y sacó su erecto miembro.

Él la desplazó hasta la cama y la dejó caer. Julieta mantenía sus piernas juntas, para que Romeo pudiera imaginar lo que esconden, lo hipnotizó, haciendo sus pensamientos vibrar. Él arremangó su camisón por encima de sus caderas haciendo sus redondos pechos saltar con sus pezones erizados, ella dio media vuelta, y se puso a cuatro patas con sus piernas entreabiertas. Su sueño hecho realidad. Venus en todo su esplendor: húmeda, cálida, excitada, y con unos evocadores labios entreabiertos.

Romeo apoyó su verga en su culo mientras le agarraba los pechos y los apretaba delicadamente de frente a ese culito que lo hacía perder la cabeza.

Romeo empezó a besar sus suaves nalgas y luego las abrió sutilmente, pudo ver su ano, no consiguiendo contenerse lo besó y lamió, mientras sus manos tan aventureras tocaban su húmedo coño, que también comenzó a lamer y besar.

–¡Oh Julieta, por la luna que te llena de una corona de plata corona tu cabeza, yo te juro que te voy a complacer, hasta el último minuto de mi vida! –Dijo Romeo con pasión.

–¡No jures y hazlo! –Dijo Julieta mientras gemía impaciente.

Julieta, aquella chica reservada y tímida se convirtió en una mujer salvaje, tiró a Romeo sobre la cama, lo miró, acarició su pene y se sentó con su clítoris en su boca y empezaron a hacer un delicioso 69. Julieta nunca había visto un pene, así que se quedó allí mirándolo como si fuera una gema y empezó a pasar su delicada lengua por su polla y a meter su pene entero en su boca, se movía como si fuera un coño caliente y mojado mientras tocaba sus huevos con una mano. Julieta se retorció de placer, haciendo que sus cuerdas vocales emitieran un enorme gemido con un orgasmo que nunca había experimentado antes, descargando sus fluidos en su boca. Romeo no aguantaba más, se estaba casi corriendo.

–¡Córrete mi amor que me estás enloqueciendo! –Dijo Romeo –¡Tu sabor es tan dulce como la miel!

–Me encanta como me metes la lengua, la dejas, presionas con ella, la sacas y la metes rápidamente como una verga pequeña, dulce y juguetona. –Dijo Julieta entre espasmos y suspiros.

Sus palabras lo hicieron alucinar. Entonces, Romeo la tumbo boca abajo, todavía contemplando su culito al aire, y su raja estrecha que terminaba en unos labios rosados y brillantes por la humedad, sin esperar más se montó sobre ella y le pasaba su polla entre los labios de su coño, jugando en círculos de una manera que la hacía dar saltos de emoción.

–Por favor mi amor… ¡No me hagas esperar, penétrame! –Rogó Julieta casi gritando.

Él la obedeció metiendo su poderosa herramienta de un solo empujón.

–Qué bien lo haces, no pares mi vida… –Gritaba Julieta.

Él gemía mientras la embestía con fuerza produciendo un gracioso aplauso.

–¿Te gusta, cielo? Valió la pena esperar por este momento.

Él la agarraba por el culo sin dejar de castigarla por atrás. Sintiendo las piernas temblando, su vista se empezó a nublar. El placer iba aumentando en su interior hasta que estalló con tanta intensidad que casi perdió el equilibrio. Julieta comenzó a correrse de nuevo entre gemidos y suspiros de lujuria, y es cuando Romeo anunció su clímax con un rugido profundo, se agarró con fuerza a sus caderas y disparó su semen en su cálido interior cayendo sobre su espalda.

Pasado algunos minutos, se quedaron, suavemente adormilados en un rico abrazo.

–Te di mi amor sin que me lo pidieras y aún quisiera dártelo de nuevo. –Susurró Julieta.

¿Y me lo quitarás, amor mío? –Exclamó Romeo

Sólo para entregártelo otra vez. Deseo lo que tengo, sin embargo tengo tanto que darte, mi amor es tan profundo como el mar. –Dijo Julieta con una sonrisa en sus labios.

–¡Oh, dulce, oh dulce noche! Pero temo que todo esto haya sido un sueño. –Dijo Romeo con una voz preocupada.

–Nada fue un sueño, pero si lo ha sido, quiero morir antes de despertar...




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