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BDSM - Entre el dolor y el placer

9:32 am Tuesday, 9th April, 2019

Abigail depiló cada rincón de su hermoso cuerpo, se untó con una crema hidratante, y se maquilló, resaltando sus grandes ojos marrones. Se puso un despampanante vestido corto y debajo una tanga de encaje y un corsé rojo. Terminó su conjunto con unas sandalias de tacón escandaloso.

Jairo esperaba por ella a fuera… El corazón de Abigail palpitaba tan rápidamente que le resultó difícil respirar debido al nerviosismo.

Cuando Jairo la vio, salió del coche y la miró, sonriendo satisfecho con lo que veían sus ojos. La besó suavemente y le dijo en su oído:

–¡Eres una cachorrita deliciosa! Entra en el coche y no hablas hasta que yo te diga.

Acto seguido la empujó hacia él, haciendo que mirase en sus sádicos ojos, algo que la hizo estremecerse, para terminar besándola con un salvajismo apabullante que nunca antes había sentido, pero el suficiente para humedecer sus bragas.

–¡Muy bien! Así es como me gustan las perras: obedientes –dijo él.

Jairo sabía que Abigail estaba muy cachonda, y también el efecto que tenía sobre ella. No dijeron ni una palabra más hasta que llegaran a la autopista y él le ordenó:

–¡Abre las piernas, zorra! ¿No me oíste? ¡YA!

Abigail abrió sus piernas y Jairo comenzó a tocarla… ¡La sensación de sus manos sobre su piel se transformó en electricidad surcando su cuerpo! Jairo llegó con las puntas de sus dedos a sus bragas y le empezó a acariciar el coño, lo que le provocó repetidos gemidos que duraron hasta llegar a su casa.

Cuando llegaron él salió y abrió la puerta del coche, la tomó en su barbilla y le dijo:

–Abigail, ahora es el momento de decidir si quieres continuar o te llevo a casa ahora y nos olvidamos que alguna vez nos conocimos, no quiero que hagas nada que no quieras, pero, si quieres continuar, harás lo que diga...

Abigail le respondio:

–¡No, por favor! ¡Yo quiero ser tuya!

Así que tan pronto como pisaron la casa, completamente excitado por la respuesta, la acercó hacia su cuerpo y empezó a besarla, metiendo su lengua en su boca, mientras que con una mano le agarraba el culo y con la otra apretaba su pecho. Las caricias fueron en aumento, y de repente, bajó su cabeza para morder su pezón lo que la hizo temblar de dolor y excitación. Él introdujo su mano dentro de sus bragas y le metió un dedo en su húmedo coño para luego dar a lamer sus propios fluidos.

–Siente tu sabor, perra. ¿Ves lo húmeda que ya estas?

Chupó sus dedos con avidez, demandando más. Luego la giró, con su espalda hacia él, apretó sus pechos duros, jalando sus pezones y mordiendo su cuello. En ese momento Jairo paró, pues sintió que Abigail se estaba casi corriendo.

–¡Hoy sólo te corres cuando yo quiera, zorrita! –dijo, empujándola y haciendo de su pelo una correa.

Llegaron a su salón, y Jairo ordenó:

–¡Ponte de rodillas! –Abigail obedeció… –¡Vente aquí perrita! Usa tus cuatro patas, como una buena perra. –y una vez más le obedeció.

–Así me gusta. Levántate y desnudate –y ella se quedó en bragas. . Muéstrate. –pidió él. Abigail se situó frente a Jairo, con cierta vergüenza pero al mismo tiempo embargada por el deseo.

Jairo empezó por pasear sus manos por cuerpo de Abigail, comenzando por los tobillos y haciendo que sus piernas se tambalearan. Apretó sus nalgas y metió su cara entre sus pechos.

–Mmmmm… Me encanta tu olor… –Jairo le quitó su corsé descubriendo sus pechos desnudos que al instante empezó a morder. La mordió fuerte puesto que sabía que las marcas se quedarían en su cuerpo durante semanas como recuerdos imposibles de olvidar. A ella no le importó; su cuerpo quemaba de deseo y sólo podía pensar en el placer de su sufrimiento.

–Recuéstate en mi regazo y empina tu culo como una perra. –ordenó él. La primera bofetada fue fuerte, en su nalga izquierda, tanto que la hacía gritar de dolor.

–¡Abre tus piernas, zorra! –Abigail abrió sus piernas, y luego sintió una bofetada en su coño que la hizo gemir de dolor y placer al mismo tiempo. Él metió un dedo dentro de ella.

–Mmm, si… Que apretada estás, y tan mojada. Te gusta que te azoten, ¿verdad? Mi perra. Ahora sí... Tu culo está marcado. –Abigail se sentía cada vez más húmeda.

Jairo le dijo que se quitase el resto de su ropa mirándola fijamente mientras él se quitaba su camisa. Luego la mandó arrodillarse y desabotonar sus pantalones, hasta que se quedó completamente desnudo para ella.

–Quieres chupármela, ¿verdad? ¡Todavía no, perra! ¡Sólo cuando tengas permiso! –Él conseguía ver el deseo en su rostro pues para ella era incluso una tortura no poder ponerse su miembro en la boca.

–Por favor… Déjame chupártela –rogó ella.

–NO...obedéceme –gritó Jairo, golpeándola en el rostro y haciéndola gemir.

–Ponte de 4 patas en el sofá.

Abigail subió al sofá y él le colocó una venda...haciéndola sentir vulnerable pero al mismo tiempo excitada. Al poco rato escuchó las corrientes y poco después las manos de Jairo en sus pechos poniendo pinzas en los pezones. En cuanto sintió la electricidad, el dolor se hizo insoportable pero al mismo tiempo, Jairo acarició al cielo, llevándola al paraíso del dolor y placer.

Abigail sintió la polla de Jairo en su boca, volviéndola loca y entusiasmándola. El deseo de sentir su sabor aumentaba.

–¡Abre la boca, perra! –pidió él y le introdujo su dura polla hasta el fondo de su garganta.

–¡Chupala bien! –Abigail empezó a chuparla con gran placer metiendola en su boca, chupando, succionando, lamiendo... Jairo gemía deleitado agarrando en su pelo y follándose su boca. Su polla creciendo creció dentro, cada vez más dura.

–¡Que bien chupas mi perra! Pero no quiero correrme ya, todavía no es hora de alimentarte.
Abigail lo escucho caminar para lejos del sofá, sus manos entumecidas de quedarse en la misma posición, las pinzas todavía puestas, corrompiéndola de dolor.

De repente, ella sintió una fuerte corriente en su culo, sin embargo esta vez, Jairo había utilizado su látigo sobre ella. El dolor fue tan fuerte que intentó escaparse, sin embargo él la agarró por el pelo y le impidió moverse. Abigail sintió entonces algo grueso en su coño… Un dildo empezó a follarla duro hasta que antes de que terminara, él le ordenó que lo limpiara con su boca, sintiendo su propio sabor. Luego él lo volvió a introducir en su coño de nuevo, pero ahora con la vibración encendida. Jairo empezó a azotarla de nuevo. Ella gimió y gritó, tanto de placer como de dolor.

Jairo removió la venda de Abigail y puso su polla dura en su boca y mientras ella se la chupaba, él la follaba con el vibrador. Abigail sintió acercarse al clímax, pero él se dio cuenta y paró, A pesar de sus súplicas, él le gritó que para que se callase.

–¡Solo te puedes correr cuando yo quiera! –la reprendió él, enojado, y la mandó acostarse de boca arriba.

Jairo arrancó las pinzas de sus pezones abruptamente, y un grito fuerte salió de la boca de Abigail, haciéndola llorar.

Pero él empezó a chupar sus pezones tan deliciosamente que la hizo retorcerse de dolor.

–Tranquila, mi perrita el dolor se irá pronto. –Le dijo la besando y mordiendo sus labios intensamente.

–Abre tus piernas. –Abigail obedeció, y él empezó a poner pinzas en cada lado de sus labios vaginales en su hinchado clítoris. Volvió a poner el vibrador en su coño y empezó a masajear su culo con su dedo.

–¡Ni se te ocurra correrte!

El cuerpo de Abigail temblaba de pasión y para más tortura todavía él la besó, le mordió el cuello y chupó sus pezones… Empezó a sentir que no podía contenerse más; gemía y quería más de él. Buscó su pene caliente y sucio y empezó a masturbarlo. Jairo estaba deseoso por tenerla. Ella lo miró fijamente suplicando que la dejase correr...

Él se inclinó por detrás de ella, la mordió en el cuello y dijo:

–Disfruta mí perra, correte para mi…

Y en cuanto le dijo esto, Abigail entró en éxtasis y experimentó el mejor orgasmo de su vida. Su coño apretó el vibrador y lo metió aún más profundamente dentro de ella. Su clítoris palpitó descargando placer por todo su cuerpo y haciéndola llegar al éxtasis. Jairo sonrió con vanidad, liberándola de las pinzas y poniéndose un condón.

Ella se había quedado sin fuerzas, sin embargo él, implacable, la empaló con su polla de una embestida, metiéndola por completo en su coño mojado. La folló duro, sosteniendo su pelo, mordiéndola y abofeteando su culo.

–Toma perrita, toma mi polla en tu coño. ¿A que te gusta? –Abigail gritó que sí y sintió que se iba a correr de nuevo. –¡Correte, Abigail en la polla de tu dueño!

Ella no aguantó más y se corrió en su polla.

–Ahora toma zorra, chupa mi polla y siente mi leche en tu boca.

Abigail sintió que su pene hinchado en su boca y lo chupó por completo, mientra éste se introducía hasta su garganta.

–¡Oh! Así… que buena boca tienes mi perra, traga toda mi leche. Abigail tragó todo hasta la última gota, dejando su pene limpio. Él la miró y sonrió complacido, la empujo hacia él y la besó suavemente acariciando su pelo hasta que sus espasmos cesaron.

–Espérame aquí –dijo Jairo mientras subía las escaleras.

Abigail esperó por él en el sofá, completamente sumisa y tranquila hasta que 15 minutos después, Jairo bajó las escaleras y le dijo mientra extendía su mano hacia ella:

–¡Levántate y vente conmigo!

–Pero ¿adónde vamos? –preguntó Abigail sosteniendo su mano.

–¡Nada de preguntas perra, haz lo que te digo!

El la llevo al baño, donde tenía preparado un baño de espuma para ella, la ayudó a entrar en la bañera, y le pidió que se sentara. Abigail sintió el agua caliente en su cuerpo y gimió un poco pues su trasero todavía ardía por culpa del látigo que Jairo había utilizado sobre su delicada piel. Luego le agarró en el pelo y la hizo mirar en sus ojos. Luego la besó con una pequeña mordida en sus labios.

–A partir de ahora eres mi perra y yo tu dueño; el dueño de todo lo que es tuyo, tu voluntad, tu cuerpo, tu alma, y estas aquí solamente para darme placer.

Finalmente ella era suya, ella le pertenecía. Finalmente había encontrado su lugar. Abigail se arrodilló en la bañera, bajo su cabeza y se ofreció como su sumisa.

–Gracias mi señor, por hacerme la perra más feliz del planeta.




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