Entro al cuarto y veo tus tacones y tu culotte lila en el piso. Tú estás sentada en el borde de la cama. Me acerco y tomo tu cabellera desde la nuca, te beso con tierna firmeza, te pones de pie y mis manos atenazan tus nalgas. Sientes mis ganas en ristre y me agarras el bulto acariciándome por debajo del boxer, mientras yo dejo mis cuerdas sobre el respaldo de la cama. Deslizo mis manos por tu cabello mientras me embriago en el aroma de tu cuello. Intercalo besos y mordiscos en tus labios, mientras terminas de quitarme el boxer.
Te empujo con mi mano derecha y caes en la cama. Te apoyas en tus codos y lanzas una mirada lasciva y desafiante al tiempo que abres tus piernas. Acepto el desafío y me lanzo hacia tu pubis, comienzo a besar tus muslos, acercándome a tu sexo cada vez más mojado. Sé que deseas que mi lengua se acerque más y juego con tus ganas, sigo lamiendo justo en la frontera, dejando que mis barba de tres días raspe tus muslos. Hasta que no aguantas más y con ambas manos me llevas hacia tu sexo. Tus piernas aprietan mis sienes, hago un esfuerzo para poder respirar y al mismo tiempo seguir lamiendo, chupando y besando tu sexo, recorriendo el contorno, tus muslos y con mi lengua rozando delicadamente tu clítoris. Tus jadeos me indican que estás cerca, yo agarro tus nalgas con fuerza hasta que tus piernas me aprisionan fuerte, aguanto la respiración y saboreo tu orgasmo. Tu cuerpo se estremece y tus manos tiran mi pelo con violencia.
Poco a poco tus piernas me liberan, yo tomo una gran bocanada de aire y miro tu cara, aún sonrojada de placer. Lentamente abres los ojos y sonríes.
Me poso sobre ti. Te agarro tu cabello con fuerza, desde la nuca y hundo mi lengua erecta en tu boca y me la chupas con ganas. Mis manos recorren tu cuerpo, desde tus hombros, bajando hacia tus pezones erectos. Tus piernas abrazan mis caderas y te penetro de una sola embestida. Estás tan mojada que entra si esfuerzo.
Te digo al oído: ¿Quién es mi puta complaciente?. ¡Yo!, me respondes.
¿Quién es mi hembra lujuriosa? ¡Yo! dices gimiendo.
Tomo tus piernas y las cruzo detrás de mi cabeza y comienzo a penetrarte sin tregua, con mi mano derecha te doy una nalgada. Sigo penetrándo-te, tú gimes y me dices "¡así! ¡así! ooh que rico!". Luego cargo mi peso hacia ti, con mi biceps izquierdo engancho tu rodilla derecha y con la misma mano atenazo tu muñeca. Mientras con la mano derecha te agarro el culo con fuerza. Y susurro en tu oído: "eres mi guarra, mi puta maravillosa". Un leve gemido sale de mí. Y entonces siento tu panocha apretada, convulsa, palpitando en olas de placer, tus ojos bien cerrados, tus manos estiradas al máximo, tus piernas apretando mis caderas con fuerza inusitada. Tu boca emite un gemido casi sin aire. Por un segundo te quedas sin respirar, como sumida en un espacio en tu mente tan sublime e íntimo, que sólo lo puedo adivinar pero no tocar. Hasta que al segundo siguiente inspiras una gran bocanada de aire, como quien se salva de morir bajo las olas el mar. Entonces vuelvo a embestirte. Sigo penetrando tu concha cada vez más rápido, apoyo mi peso en mi codo izquierdo y muerdo tu pezón derecho. Susurras en mi oído que quieres que acabe en tu boca. Yo sólo emito un bufido y asiento con mi cabeza. Y cuando siento que estoy cerca de acabar, lo saco y velozmente ruedo sobre la cama cayendo de pie al otro lado y pongo mi verga justo frente a tu cara. Y lo engulles con fruición. Tu lengua envuelve mi miembro con destreza, agarro tu cabeza con fuerza desde tu nuca, te lo meto hasta los huevos ¡y acabo! Emitiendo un sonido tan ininteligible, que ni yo podría decir si fue un gemido o un gruñido. Y una ola de calor recorre todo mi cuerpo, que vibra en un espasmo de placer que hace temblar mis piernas, mientras mi verga va llenando tu boca con tanto semen, que una pequeña gota logra escapar por la comisura de tus labios y cae al piso. En ese preciso instante te doy una cachetada fuerte, que deja tu mejilla derecha roja. Te digo con voz grave y severa: "Jamás desperdicies mi leche". Tú, aún con la boca llena, inclinas tu cuerpo hacia tu costado izquierdo y tu cabeza hacia atrás, me muestras tu boca rebosante y tragas hasta la última gota. Y en voz baja musitas: "Perdón". A lo que yo replico: "No hay perdón sino castigo". Tu expresión de niña compungida no alcanza a disfrazar del todo un gesto de satisfacción y lascivia. Te tomo del brazo y te giro boca abajo sobre la cama. Te ordeno mantener tu rostro pegado a la cama. Tomo una cuerda y con precisión marcial envuelvo tu pierna derecha con una atadura futomomo. Repito el procedimiento con otra cuerda en tu pierna izquierda. Muestras enojo, moviendo tu cabeza rabiosa pero tu fingido berrinche jamás logrará desmentir la húmeda confesión de tu panocha mojada.
Te azoto el culo con mi palma. Uno, dos, tres, diez, trece, veinticuatro. Tus nalgas están enrojecidas. No resisto la tentación y te las muerdo hasta dejar mis dientes marcados y debo hacer un esfuerzo extraordinario para no dejarme llevar más de la cuenta. Tú emites quejidos y susurras que te duele. Eso no hace más que excitarme y mi verga se pone dura de nuevo. Pero tú no alcanzas a darte cuenta, lo cual aprovecho para jugar un poco más. Cuando esperas la siguiente nalgada, mi lengua recorre tu sexo saboreando tus ansias. Al instante siguiente mi mano cae pesada en una nalgada que resuena en toda la habitación. Seguida de una caricia que desciende desde tus caderas describiendo círculos hasta tus nalgas hasta que mi dedo medio toca tu clítoris.
Instintivamente levantas tu trasero y yo acomodo un cojín grueso debajo de ti. Meneas tus caderas ofreciendo tu sexo mojado. Sin aviso, cargo mi cuerpo sobre el tuyo. Mis manos abrazan tus hombros y bajan por los costados de tu espalda, provocando una sensación eléctrica que detona un espasmo breve e intenso en todo tu torso. Mis manos juegan con tus pezones erectos. Y continúo acariciando cada rincón de tu cuerpo. Acomodo mi verga.
Me dices en voz baja: "¡No! ¡por ahí no!"
Separo tus nalgas y empiezo a empujar mi verga en tu culo, lento y sin pausa. Gimes fuerte, te quejas. Reclino mi cabeza y muerdo el lóbulo de tu oreja derecha. Deslizo mi mano izquierda bajo tu cuerpo, acaricio tu viente afiebrado, la subo lentamente hasta tus senos y pellizco tu pezón izquierdo y sigo subiendo hasta rodear tu cuello justo debajo de tu mentón. Mientras mi mano derecha atenaza tu cadera para embestirte con más fuerza. Tus gemidos pidiéndome que me detenga hacen que se me ponga más dura que nunca y mis caderas aceleran, lo que a su vez aumenta tus gemidos en un una espiral de deseo y locura. Y sigo arrementiendo con fuerza para hacerte sentir todo mi peso sobre ti. Cuando siento que estoy por acabar mis manos se engarzan sobre las tuyas y las aprieto con fuerza, mientras muerdo tu hombro derecho, hasta que exploto dentro de ti. Oleadas de placer recorren mi cuerpo y siento como todo mi ser se vacía en el tuyo hasta quedar tendido sobre ti queriendo que este instante sea eterno.
Beso tu espalda, tu cuello, tus hombros por varios minutos. Luego me incorporo lentamente sobre la cama y te observo, en tu maravillosa imperfección.
Cuidadosamente voy desatando mis cuerdas hasta liberar tus piernas. Te beso las nalgas rojizas. Poco a poco comienzas a estirar tu cuerpo y tus piernas vuelven a su color natural. Te sientas en la cama y sonríes complacida al ver las marcas de mis cuerdas en tu piel. Me siento detrás tuyo y te envuelvo con mis brazos y te beso la espalda y el cuello. Y en el espejo de tu tocador veo que tu sonrisa no te cabe en el rostro.
12:50 am Friday, 12th June, 2020
Waoo sin palabras hermozo me dejaste excitada me llama el deseo a conoser mas de el bdsm y todo lo que tenga q ver con la disciplina y el bondage |
Hola, soy #Domrigger76. Me gustan las mujeres sumisas, de preferencia masoquistas. Tengo mucha experiencia, soy paciente, metódico y perversamente creativo.