Hola preciosa. Siéntate... Aprovechando mientras acomoda sus caderas en la silla, aprovecho de mirar su escote, y si me gusta como se ven, mejor aún cuando me habla con esa voz dulce casi acariciando el aire que respiro.
Al salir del restaurante también percibí el ancho de sus caderas, como no imaginarme que montando sobre mi se moje toda. Y nos pida a mi a mi soldado que la penetre más veces.
Acaso esos pensamientos son de un hombre apasionado o enfermo, que es el sexo sino una expresión para sucumbir a esa sensualidad de una mujer joven coqueta y próspera.