Desde el primer momento tuve la sensación de que ella podía ser especial.
Le había mandado un mensaje, al que respondió rápido y enseguida nos caímos bien.
Lo primero que me llamó la atención fue lo bien que se expresaba. Directa, sencilla y clara: buscaba un paso más en sus experiencias anteriores. Conversación a conversación fuimos declarando nuestros gustos, aficiones y cómo no, deseos ocultos.
Pese a que le explicaba que yo no tengo una gran experiencia sexual y que buscaba experiencias fuera de mi pareja habitual (con la que comparto muchas cosas pero que dejó de ser sexualmente activa hace años) para ella mi situación no suponía un problema.
Lo que terminó de conectarnos fue la coincidencia de deseos. Ella buscaba un tipo de juego sexual donde jugara un papel sumiso. Yo, más por instinto que conscientemente buscaba experiencias donde pudiera ejercer cierto nivel de dominación. Y los dos deseos se complementaban perfectamente. Como dirían los entendidos en el tema, éramos dos vainillas jugando juegos BDSM.
La experiencia fue... fantástica para ambos. Descubrimos nuevos límites, tanto ella como yo, gracias a una sinceridad absoluta, y a poder comunicarnos sin tabúes deseos y fantasías.