En la oscuridad del aparcamiento

Era un día de primavera, y habíamos salido de clase de inglés.
Ibamos en grupo por las calles de Cádiz charlando y riendo, y entonces, mi amiga Elvira se paró porque quería entrar en una librería a comprar un lápiz.
Quedaos un momento aquí, les dijo al resto del grupo, que voy a entrar con Juan a comprar.
Entramos los dos, eligió el lápiz, y cuando fue a sacar la cartera, se dio cuenta de que se había olvidado la cartera, me dijo que si le prestaba el dinero para comprarlo.
Y yo le dije que no se lo prestaba que le regalaba el lápiz.
Salimos riéndonos del la librería, y una del grupo, María Luisa, nos preguntó que por qué salimos tan contentos de la librería.
Elvira le dijo, que nos estabamos riendo porque al final, le había regalado el lápiz yo.
María Luisa, le dijo a Elvira, anda que no sabes nada, te estas aprovechando de Juan.
Yo agarré a Elvira por la cintura, y le di un breve beso en la mejilla, diciendo que no me importaba que se aprovechara de mí.
Elvira se sorprendió, se sonrió pero no dijo nada.
Seguimos andando por las calles con el grupo, hasta que dijeron que tenían que irse y ya nos quedamos Elvira y yo solos.
Seguimos andando para ir a recoger el coche.
Llegamos a la plaza, donde lo tenía aparcado, y cuando me acerqué, me di cuenta que me habían puesto una multa por haberme pasado diez minutos del tiempo que tenía para aparcar.
Me enfadé un poco, y leimos que había que pagar en una máquina que había en la plaza.
La plaza estaba con poca luz, y nos fue difícil encontrar la máquina, leer las instrucciones y buscar monedas para poderla pagarla.
Después de un rato iluminándonos con la luz del móvil conseguimos reunir las monedas entre los dos, y ya nos devolvió la máquina el justificante de haber pagado, y nos volvimos para el coche.
Entramos en el coche, y entonces Elvira me miró y empezó a sonreirse.
Le dije que por qué te sonríes después de las vueltas que hemos dado a oscuras para buscar la máquina.
Me dijo que ya que estábamos allí a oscuras y habíamos pagado la multa, podíamos quedarnos un rato más y aprovechar el aparcamiento, con una mirada muy sexy.
La miré, sin entender nada, y entonces se acercó y me dió un beso, diciéndome que le encantó el beso que le había dado antes.
Eso me hizo, abrazarla y darle otro beso que encendió la pasión entre nosotros.
A partir de ahí, todo fueron caricias y besos, cada vez más atrevidos, hasta que Elvira me dijo que deberíamos pasarnos al sillón de atrás para estar más cómodos.
Pasamos al sillón de atrás, y allí terminamos de desnudarnos y la agarré por los muslos y le lamí todo su coño lentamente, y ella gemía de placer mientras me agarraba mi polla para metérsela en la boca y chupármela.
Cuando ya estábamos muy excitados, me pidió que la follara.
Así que la puse a cuatro, y se la metí desde atrás, ella pedía más y más.
Hasta que al fin, nos corrimos.
Ya cuando estábamos vistiéndonos, me dijo que hacía tiempo que estaba esperando que llegara este momento, pero que no se atrevía.
Yo le dije que también la deseaba pero que por miedo al rechazo, nunca se lo había propuesto.
Y me dijo dándome un húmedo beso:
Menos mal que gracias al lápiz y a la multa del coche, nos atrevimos a dar el paso.

• Add Comment
• View Blog