Son cerca de las cinco de la mañana, acabo de despertarme excitada y tremendamente mojada. Es casi la misma hora de siempre para la misma costumbre de siempre: Despertarme, sentir ansiedad y fuego en mi interior, mirar el reloj y masturbarte. Es una sensación que me encanta; despertarme empapada, necesitar sexo cada noche, necesitarlo a diario, sentir esa ansiedad porque me usen, tocarme hasta el orgasmo mientras imagino mis más prohibidas fantasías, sentir mis dedos chorreando y como entrar con facilidad en mi coño ávido de sexo, ese sonido…
Todo eso junto va mas allá de lo físico. Todo eso junto, me hace sentir algo que me gusta y que me reconcilia con la mujer... la puta que hay en mí y que desea liberarse. Me deja ser libre como ella durante un rato. Pero esta noche es distinta. Esta noche no me tocaré. No quiero silenciar esa parte de mí, más libre y atrevida. Necesito darle las riendas, de lo contrario temo no acudir a la cita de dentro de unas horas.
Hace unos días puse un anuncio en un periódico local. Al fin y al cabo, apenas ya nadie los lee: