1979
A una cuadra de mi segunda casa vivía Malva Faith. Dos años antes mis amigos comenzaron a decir que ella tenía fiebre uterina y que era muy puta. Me enamoré furiosamente de ella y fuimos novios dos temporadas. Ella era dos años mayor que yo. La madre no la dejaba salir sin mi.
Tenía tres pretendienetes power. Pero ella me eligió porque podía manejarme. Yo disfrutaba mi superioridad frente a los otros tres sin saber que estaba en manos de una singular mina con un comportamiento sexual extravagante. No padecía hipersexualidad pero sus calenturas eran muy raras. No se dejaba tocar porque se estremecía y no la pasaba bien. Me parecía que le daba vergüenza. Era multiorgásmica. Semejante cuadro en una pareja de adolescentes medievales mandaba directo a la frustración. La bronca invadía nuestro amorío rebosante de deseos. Una madrugada nos tiramos en una vereda oscura y probamos. Misionero en una vereda. Un par de minutos y lechazo en la ropa. “¿Esto es tuyo?”, me preguntó.
