…Vamos a ver el amanecer me dijo. A eso de las 4 am, yo temblaba del frío y me aferré a su piel como si fuese fuego. El olor en su cuello me cautivó y mis manos no pudieron detenerse. Acaricié su cabello, mejillas y cuello, mientras se calentaba cada vez más, como el sol que apenas se atrevía a asomar su brillo, por la pena que le daba el presenciar tal obscena escena. La había penetrado en la parte de atrás de su auto, mientras 4 tipos miraban deseosos por las ventanas. Para compensar la cantidad de mirones, entonces la volteé en cuatro, para que ellos pudieron ver desde la ventana el placer que la cautivaba.