Menage a Trois: RElato Erótico

2:19 am Wednesday, 10th February, 2021

Gericault

MENAGE A TROIS
Esa tarde salí un poco más temprano del trabajo, por lo cual llegué a casa unas dos horas antes de lo habitual. Quise sorprender a mi esposa con un ramo de flores y entré sigilosamente, esperando encontrarla distraída con los oficios domésticos. Recorrí buena parte de la casa sin hallarla, pero justo cuando creí que ella había salido escuché ciertos murmullos que provenían de nuestra habitación. Me acerqué procurando no delatar mi presencia, convencido de que estaba con otro hombre. Pero al asomarme a la puerta entreabierta el sorprendido fui yo: mi esposa sí retozaba lujuriosamente con otra persona, pero no se trataba de un hombre sino de una mujer.


Pasado el impacto inicial me serené y poco a poco fui dándome cuenta de que me gustaba ver a dos chicas desnudas haciendo el amor, especialmente cuando una de ellas era Nicole, mi mujer. Permanecí semioculto observándolas y al cabo de un rato reconocí a la otra chica; se trataba de Gina, una linda vecina, cuya refinada coquetería me había turbado días atrás. Excitado por la sensualidad y belleza de lo que presenciaba, fue creciendo en mí un enorme deseo por participar de la fiesta; sin embargo, no sabía que hacer, pues temía no ser bien recibido. Mis dudas fueron resueltas cuando la partenaire de Nicole se percató de mi presencia y me hizo señas para que me uniera a ellas. Con paso inseguro penetré a la habitación al tiempo que Gina alertaba a Nicole de la situación. Mi esposa quedó confundida y avergonzada, pero no tuvo tiempo de articular palabra alguna, pues Gina se levantó y corrió hacia mí para tomarme de la mano y llevarme a la cama. Gina y Nicole cruzaron miradas cómplices y acto seguido empezaron a quitarme la ropa, en medio de besos y caricias.


Yo estaba fascinado y me abandoné a los cuidados de mis amantes, que por momentos combinaban los mimos hacia mí con caricias y besos mutuos. Deseoso de poner mi parte a la diversión, busqué los labios de mi mujer, y la besé apasionadamente; ahora era Nicole quien tomaba un papel pasivo, a la par que yo recorría su cuerpo desnudo con mi boca y mis manos. Pese a la intimidad del momento, yo aún no me atrevía a prodigar mis halagos a Gina, que sentada a un lado parecía sentirse excluida. Nicole lo notó en seguida y con una seña me exhortó a atender debidamente a su amiga, quien agradeció el gesto con un beso en la boca de mi esposa. Ahora Gina, tendida de espaldas, recibía las caricias de Nicole y gemía de placer mientras yo le lamía el sexo. Nicole, ansiosa por recibir parecido tratamiento le dijo algo al oído a Gina, que se incorporó sonriente y satisfecha.-Sí, amor, dáselo, -aprobó Nicole.-Así, jódela, - me animaba Nicole, mientras masajeaba los senos de Gina.-No pares, sigue, sigue ; hazla gozar... -Insistía Nicole.


Nuestra pequeña bacanal prosiguió con las más variopintas combinaciones y concluyó con sucesivos estallidos de placer, que sería incapaz de describir.Desde esa tarde, Nicole, Gina y yo formamos un triángulo amoroso en donde no existen los celos ni las traiciones ; nos une, aparte de una atracción física irresistible, un amor que pocos entenderían.



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Artista sin miedo a experimentar