Apartas mi vestido con tus manos. Acaricias mis muslos suavemente, hacia arriba. Tus dedos se acercan a mis bragas hasta que el pulgar alcanza el clítoris. Exhalo en tu oído y mis pupilas se dilatan. Me acercas de un empujón a ti y abres tu pantalón con la otra mano. – Espera - digo señalando a Astrid - quiero ver cómo disfruta. ¿Cómo te llamas, vikingo? – Gerd -dices mientras hueles mi cuello. – ¿Y tú amigo? - te pregunto divertida -. Einard -contestas, pasando tu lengua húmeda por mis hombros-. – Gerd, Einard… quiero que le hagáis a Astrid lo que yo ordene. Y el que mejor lo haga, se viene después conmigo.
Los dos hombres se miraron confundidos, pero Astrid se quitó la camiseta y les sacó de dudas. Gerd, quiero que te coloques detrás de ella, beses su cuello, su espalda, sus hombros… quiero que se lo beses todo como lo hacías conmigo. Einard, quiero que le separes las piernas a Astrid, te arrodilles frente a ella y juegues con tu lengua en su pubis hasta que se corra. Astrid les miró desafiante y le puso un taburete a Einard frente a ella, para que su pierna no sufriera. Ella apoyó su impresionante trasero en la mesa y soltó su trenza. Su pelo tapaba sus preciosas tetas, pero sus pezones asomaban erectos entre los rizos. No existe en la tierra una mujer como ella – pensé -. Y al verla excitarse y estremecerse, con lo que los vikingos le hacían, mi entrepierna comenzó a mojarse.
Me acerqué despacio a Einard. Mira cómo lo hago yo – le dije-. Mi lengua se deslizó tranquila apartando los labios de Astrid, buscando rozar su clítoris, con mi lengua y con mis dedos. Cuando estuvo muy excitada, introduje dos dedos totalmente en su vagina y empujé hacia a mí. Profundamente, una y otra vez, hasta tocar sus paredes, en el punto exacto que más le gusta. - Si lo haces bien – le dije a Einard- cuando acabes, te vienes conmigo.
- Gerd, te echo de menos. Túmbate aquí – dije señalando las pieles junto al fuego -. Observé detenidamente tu pecho tatuado, su pelo negro rizado. Tus brazos fuertes, con varios cortes abiertos y algunas cicatrices. Me senté con delicadeza sobre ti. Con sonrisa seductora y ojos de mala. Mis pequeños senos, se balanceaban sobre ti, apuntándote. Tú los cogiste entre tus gruesas manos, los apretaste y comenzaste a chuparlos, hasta notar mi mano jugando en tu entrepierna. Tus ojos marrones se clavaron súbitamente en mis ojos verdes. Me fulminaron unos instantes, llenos de impaciencia. Se acabó el juego – dijiste - y me tumbaste bruscamente sobre la piel de lobo. No sé cómo, pero tu enorme pene estaba de pronto dentro de mi vagina. Solté un gemido, te miré y me mordí los labios. Tu comenzaste a moverte sobre mí, como un guerrero veterano, al compás de mis jadeos. Cada vez más rápido, más excitado, más furioso. Miré a Astrid de reojo, estaba ocupada lamiendo a Einard, y me excitó verlos. Yo me movía contigo, como a caballo. Nuestro sudor se mezclaba entre el fuego y las pieles. No pude evitarlo y clavé mis uñas en tu espalda musculada. No podía más, estaba a punto de irme y quería tenerte todavía más dentro. Vaya, parece que mi grito se oyó fuera y acudieron mis soldados.
1:31 pm Tuesday, 31st August, 2021
merlenceriaest825
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