No finjamos ser extraños

Digamos que por una vez, al cruzarnos por la calle, no fingimos ser extraños y que el rencor y la decepción no se hacen visibles en nuestras caras. Que el orgullo no silencia nuestras conciencias y que dejamos de aparentar que hemos pasado página.
Digamos que de nuestros labios nunca escaparon aquellas palabras de reproche, ni aquel portazo puso fin a la discusión. Que no colgué tus llamadas, ni rompiste mis fotos, que no pasé las tardes tumbado en la cama, ni lloraron tus ojos.
Digamos de aquella noche que nos quedamos en casa, que yo no flirtee con aquella chica y tú no te dejaste tocar por debajo de la blusa, que yo no me puse celoso y tú no la llamaste “puta”. Digamos que en nuestros vasos sólo había té helado.
Digamos que fui más atento contigo, que cada día te decía lo guapa que estabas, que me daba cuenta cuando ibas a la peluquería y te acompañaba a comprar ropa con una sonrisa.
Digamos que fuiste más paciente conmigo, que dejabas que en el coche pusiera la música que me gustaba, que venías a verme a los partidos y no te importaba que pasara las tardes de sábado en el bar con mis amigos.
Digamos que no te pedí salir y nunca nos dimos aquel beso, que no te hice ningún regalo, que no me guiñaste el ojo, ni te cogí de la mano, que no hubo sonrisas, ni caricias, ni complicidad, ni afecto. Digamos que en aquel parque, aquella tarde, sólo paseamos.
Y así, mejorando lo que nos acercó primero y borrando lo que nos ha alejado luego, te propongo que olvidemos nuestra historia y dejemos crecer el amor de cero, para que queden sólo los buenos recuerdos… digamos que lo intentamos de nuevo.

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