NOCHE DE VERANO
… llegó el día. El soñado día. El deseado día… La luz entraba sigilosamente en la habitación, clareando la oscuridad de la noche anterior asediada por el terrible calor de las noches de verano. Después de tantas semanas sin experimentar las curvas de sus cuerpos, aquél amanecer se le antojaba sencillamente maravilloso, a pesar de todo… a pesar del calor.. a pesar del desvelo. Era el día en que se encontrarían nuevamente sus cuerpos, frente a frente, piel con piel tras largas semanas de su ausencia por un viaje de empresa.
Ella no lo pudo evitar… mientras disfrutaba de su suave desnudez en la cama, volvió a cerrar sus ojos, como queriendo volver a Morphia, el lugar donde los sueños y la realidad son uno; donde sabía que con sus deseos, sueño y realidad podía dibujarlos a su antojo.
El sueño…
Y así fue como comenzó a nublarse sus pensamientos, mezclar fantasía y deseos… nuevamente, la facilidad para experimentar sueños lúcidos se hacía presente en aquella habitación, en aquél preciso momento en que ella más lo deseaba. Aquél hombre… aquella virilidad… aquella la masculinidad…
Se aclaró la nube de su vista y se vio a sí misma, cenando con él en aquél gastrobar que frecuentaban cada fin de semana, riendo porque la camarera les había llevado la tapa equivocada y que resultó luego ser un delicioso y exquisito manjar que saborear. Le recordaba con su camisa blanca, la de cuello ibicenco que tanto le gustaba de lino suave. Visualizó en la retina de sus sueños, la curva de su trasero en el vaquero, bien marcado, firme, como si se hubiera negado a que la gravedad tuviera poderes sobre esa parte de su anatomía. Yo volvió a sonreir en sueños….
Recorrieron el paseo rodeado de verdes setos hasta el Green Corner, donde solían tomarse algún combinado y deleitarse con una cachimba multifrutas, algunas de las cuales, reconocían que les generaba intensos deseos carnales… ¿era el deseo? ¿o era producto de los ingredientes mágicamente seleccionados? Quizás aquel sabor a mango… el punto de sandía… el aroma de canela… más bien, decidieron aceptar que aquellas sensaciones, eran bienvenidas… y siguieron.
Siguieron disfrutando de aquel momento. Sentados donde otras veces, en aquella mesa alta donde visualizaban a chicas y parejas entrar, todas ellas enagalanadas para la noche que acababa de comenzar. ¿Habría suerte aquella noche?… Sin decir nada, se miraban cara a cara. Y lo sabían… Se conocían en la mirada, vislumbrando quién de las que entraban en conocido disco-bar, podían formar parte de sus fantasía y deseos eróticos. Sus mentes se sincronizaban hasta en eso…
Curiosidad…
Mientras degustaban un sorbo de aquél combinado de ron miel, ella con su pie tocó su pantorrilla y le guiñó un ojo… Él se encogió de hombros: «¿qué sucede?» le preguntó extrañado de que la mirada no bastaba para aquel toque de atención. «El mando… ¿no te acuerdas ya?» y rápidamente él soltó una amplia y honesta carcajada… había caído en la cuenta que, mientras se estaban arreglando en casa para salir, ella se puso su nuevo tanga vibrador para disfrutarlo a lo largo de la noche, mientras estaban en público, a sabiendas de que nadie sabía que ella portadora de aquel preciado dispositivo. Tan ocultamente ubicado, tan perfectamente adaptado a su cuerpo… Inmediatamente ella sacó el mando de su bolso y se lo pasó en mano; «haz que lo recuerde y desee hacerlo de nuevo»…. Sentía curiosidad por las sensaciones que el nuevo juguete le podía proporcionar. Le excitaba la idea sentir orgasmos en aquel lugar público que comenzaba a ser frecuentado por chicas y parejas atractivas, copas en mano.
Sin duda, ella sabía elegir las palabras cuando le hablaba. Palabras que sólo de oírlas, su explosiva imaginación comenzaba a deleitarse con escenas de encuentros anteriores. Y su cuerpo, no pasaba por alto aquellas escenas… su pene, que comenzaba a marcársele bajo el vaquero cubierto por la camisa ibicenca, era la expresión corporal máxima de que disfrutaba de aquellas evocaciones y fantasías. Era morbo… era curiosidad… eran simplemente ellos.
Activó el dispositivo en distintos momentos de la noche, sin que ella le pidiera permiso, a modo de sorpresa, mientras se sucedían las conversaciones, las risas, las anécdotas de la semana… Sin darse cuenta, había transcurrido la noche lo suficiente como para que tras un par de combinados, ella le susurrara «no sé cuántos orgasmos llevo encima ya… vámonos a casa y penétrame»…
El olor…
Llegaron a casa. La casa. Aquél lugar que sólo ellos conocían y mantenían en el más estricto secreto ante amigos y familia. La casa. Le caracterizaba el olor impregnado en estancias y sillones del incienso que solían encender en sus momentos de sexo tántrico. Aromas orientales, que evocaban encuentros pasionales bajo las luces tenues de velas repartidas por el amplio salón.
Ya en el recibidor comenzaron a besarse pasionalmente. Ella no tardó en soltar su primer gemido, mientras su espalda se contorneaba hacia atrás, entregada a la dulce sensación que tanto deseaba… llegaba el momento. Se abrazaban intensamente con los brazos, envolviendo y acariciando cada parte de sus cuerpos, en esos cuerpos que comenzaban en su piel a mezclarse el sudor de la noche veraniega y el aroma del eau de toilette que solo usaban en sus salidas nocturnas. “Soy tuya…” le susurró ella al oido, entre gemido y gemido de placer.
Su sexo…
Él introdujo su mano en la ropa de ella, llevándola a su pubis y más allá. Apreció la humedad… su humedad. La textura de sus labios menores… Le encantaba la textura de sus fluidos… Le encantaba su olor… el olor del sexo intenso con ella, el olor del cuerpo, del placer, del templo de sus pasiones. El olor… Ese olor… sutil, dulce… El olor…
Caminaron abrazados hasta la habitación, donde ya, preparada antes de que salieran, habían dispuesto sus inciensos y velas aromáticas en jaulas árabes con cristales de color. No tardó la habitación en iluminarse de un tenue titilear de la luz de las velas, dibujando sus siluetas en la amplia pared de la habitación… Se desnudaron… y contemplaron sus cuerpos.
Su cuerpo…
Su cuerpo respondía con facilidad a su cercanía, de formas tan intensas que bastaban segundos para que sus fluidos corporales más íntimos afloraran entre sus labios mayores y los pliegues de su piel. Su vientre, delgado y suave, no hacía más que resaltar la curva de sus pechos, Su pelo… su pelo azabache caído sobre sus hombros, ocultando parte de su cara, como creando un halo de misterio tras el cual ella gemía y emitía sonidos guturales de placer. Él disfrutaba con la textura de su piel…Sus curvas… armonizadas. Sus pezones… en sus enormes areolas, erectos y deseosos de ser besados y saboreado por sus labios… Sus labios… humedecidos por ese pinta labios de sabor a mango y fresa que tanto a él le gustaba. Su cuerpo… ese cuerpo… El templo de la pasión . Sus piernas, sus delgadas piernas proporcionales a su delicado cuerpo, temblaban al sentirse los pálpitos de su corazón acelerado. Él. Su altura le encantaba a ella. La hacía sentirse protegida. Le gustaba que le rodeara con sus brazos mientras su pene erecto se arrimaba a su abdomen. Le gustaba sentir su virilidad, la lubricación de su verga. No lo dudaron.. era el momento.
El Éxtasis…
El tiempo parecía no existir. Caricias, muchas caricias. Besos, interminables besos. Estimulaciones. Se estimulaban. Les encantaba estimularse. Él conocía cada punto erógeno de su cuerpo. La intensidad con la que estimularlo. Se dosificaba. Conocía cómo satisfacer su punto G. Sabía cómo llevarla al éxtasis de los sentidos mientras sus squirts no dejaban de llegar… uno tras otro. Era todo un tsunami de intensas sensaciones.
Cinco…. Siete… nueve…. ya había perdido la cuenta del numero de veces que se había corrido. Decidió ahora ser ella la que tomaba las riendas del encuentro. Agarró su duro miembro con su mano y comenzó a hacerle una profunda felación… como sólo ella sabía hacer. Sin prisas… lamiendo su glande en círculos con la lengua y luego desde la base de su pene, hasta introducírselo en su boca. Le encantaba sentir en sus labios, el grosor de su miembro y la ingurgitación de las venas bajo su piel. Él disfrutaba y se entregaba a tan explosivas sensaciones… cuánto disfrutaba…
Y llegó el momento. «Házmelo» le susurró ella a él… Y sin dudarlo, introdujo su pene suficientemente lubricado en su vagina… Calor, sentía el calor de su interior. Le encantaba aquella sensación. Era como volver a casa. Poco a poco, suavemente y acomodando sus movimientos e intensidad, fue penetrándola una y otra vez, cambiando de posiciones en distintos momentos, para avivar el fuego del momento.
Cuando transcurrió un tiempo que se les antojó como eterno, ambos se dejaron entregar al placer del orgasmo que de forma inminente, anunciaba su llegada… Y llegó. Una explosión de sensaciones recorrieron sus cuerpos, envolviéndoles como en una nube electrificada de placer que llenó de éxtasis la habitación y aquellas sábanas, testigos de la pasión que se profesaban.
La vuelta…
Y abrió sus ojos… y volvió a aquél lugar, aquél momento de realidad, aquella habitación, a volver a sentir aquellos rayos de sol que habían comenzado a inundar la estancia a través de la persiana. Se dio cuenta que su braguita estaba húmeda, muy húmeda. Sin duda, su poderosa imaginación, hacia que su cuerpo reaccionara en sintonía con sus pensamientos. Su corazón palpitaba rápido deseosa de volverle a ver tras su ausencia. Sin duda, ella vivía intensamente todo lo que mente le visualizaba. Ni corta ni perezosa, decidió masturbarse tras esa especie de sueño lúcido, mezcla de realidad y de imaginación. Se masturbó, como ella lo hacía, introduciéndose sus dedos en su vagina para alcanzar su punto G. Intenso… fue intenso… y como era habitual, llegó al clímax no sin antes, dejar sus sábanas lo suficientemente mojadas de sus squirts tan habituales.
Culminada su masturbación y con una amplia sonrisa en su rostro, decidió comenzar ese día, con un buen tazón de Cola Cao e ilusiones renovadas… Otro encuentro estaba a punto de suceder esa noche.
Mientras se tomaba su tostada, sonó el timbre de su aplicación de mensajería… era él: «Intensa noche hemos disfrutado… llévalo puesto esta noche también. Besitos :-*».
Pareciera que no había sido un sueño lúcido, sino una vivencia real. Su mente se quedó bloqueada. ¿Había sido real el encuentro? ¿Era telepatía? No lo sabía, pero tampoco le llegaba a preocupar. Las sensaciones que él le proporcionaba, bien merecían el perenne recuerdo de una noche de verano…. Una noche de verano, cualquiera, pero especial.
– Seductor con Alma-
Pareja que sin buscarlo, la vida nos ha hecho encontrarnos y descubrir que compartimos deseos por cumplir ;)